Psyche Navegante Nº 36 – www.psyche-navegante.com
Sección: Fatigando
conceptos
Título: Borges la Metáfora, Joyce el Sinthome.
Autor: Juan Carlos Mosca
Borges dijo: “Buscamos la poesía; buscamos la vida. Y la
vida está, estoy seguro, hecha de poesía. La poesía no es algo extraño: está
acechando, como veremos, a la vuelta de la esquina. Puede surgir ante nosotros
en cualquier momento”[1].
Agreguemos que es la vida de una lengua “viva”. Porque cada hablante le otorga un retoque y
hay en ello una creación que es poética.
Borges y la Metáfora.
Hay muchas frases, muchos versos que son magníficos y que no parecen
realmente metáforas. ...”, afirmó Borges y lo ejemplifica con James Joyce:
"Beside the rivering waters of" -pausa- "hither and thithering
waters of" -pausa- "night" -pausa-. Debe hacerse pausa al leerlo[2]
y tiene que ser dicho en inglés, en español es abstruso.
Recuerda
el escritor que Lugones afirmó que la metáfora es el elemento esencial de la
poesía y él trata de refutarlo. Se pregunta entonces acerca del enigma de la
poesía y además se pregunta por la función de la metáfora en la poesía. Piensa
que sólo hay unas pocas metáforas esenciales[3].
La primera es cuando Heráclito afirma que nadie se baña dos veces en el mismo
río. Para Borges esta metáfora es bellísima, la esencial entre todas y es una
metáfora fundamental. En ella se figura el movimiento con lo cual se compara el
tiempo y el río, se percibe que el río está cambiando y uno siente que es el
río, que uno mismo está cambiando, lo que produce un efecto estremecedor. Esta
es una verdadera metáfora, no un mero juego de palabras. Podemos agregar que en
ella notamos cómo la metáfora introduce la temporalidad. No solo esta metáfora
en particular, sino toda metáfora implica una temporalidad.
Después Borges sigue enumerando metáforas esenciales. Otra es
aquella figura de que la vida es sueño, como en Calderón de la Barca. Luego el
parentesco del sueño con la muerte, duerme en su último lecho, duerme con sus
ancestros. Finalmente la analogía entre la mujer y la flor. Entonces tendríamos
unas pocas metáforas que son realmente esenciales y el resto son resultado de
destrezas y juegos de palabras, con efecto poético, pero no verdaderas
metáforas. Juegos de palabras que son o variaciones de estas metáforas esenciales,
o construcciones poéticas no metafóricas.
Es interesante que Borges no encuentre ni en la poesía oriental ni
en la escritura de Joyce verdaderas metáforas, referencias que suenan en
correspondencia con los desarrollos de
Lacan.
Borges escribió sobre el Finnegans Wake "En el Ulises hay
sentencias, hay párrafos, que no son inferiores a los más ilustres de
Shakespeare o de Sir Thomas Browne. En el mismo Finnegans Wake hay alguna frase
memorable. En este amplio volumen, sin embargo, la eficacia es una
excepción"[4].
Supone esto que en el lenguaje figurativo debiera predominar lo
metafórico y esta eficacia metafórica no la halla en Joyce, quien “abusaría”
del retruécano y los juegos de
palabras.
¿Qué es la metáfora?. Aristóteles define la metáfora en su Poética.
Dice que la metáfora es dar a una cosa el nombre de otra, según relaciones de
analogía, de género a especie o viceversa, o de especie a especie. La
comparación es también una metáfora, pero mientras la primera es explícita:
Aquiles luchó como un león, la segunda es implícita: Aquiles fue un león[5].
Con el curso ginebrino se produce la distinción, mantenida hasta
ahora, establecida por Saussure, entre sintagma y relación asociativa;
continuada y desarrollada por los lingüistas contraponiendo sustitución (en
ausencia) y asociación (en presencia), distinción entre paradigma y sintagma, o
metonimia y metáfora.
En La Instancia de la Letra Lacan define la fórmula de la metáfora:
“Una palabra por otra”, por sustituirse en la cadena significante. Brinda una
afirmación “... el síntoma es una metáfora, no es una metáfora decirlo, del
mismo modo que el deseo del hombre es una metonimia. Porque el síntoma es una metáfora, queramos o no
decírnoslo, como el deseo es una
metonimia”[6].
Metáfora, el efecto de sustitución de un
significante por otro dentro de una cadena, sin que nada natural lo predestine.
Con ello la enunciación no se reduce al enunciado, la metáfora es paterna y la
significación producida es fálica. Viable a partir de la operatoria de la metáfora
paterna, por lo que el Nombre del Padre es condicionado en su dependencia del
Deseo de la Madre.
Joyce y el Sinthome.
Invitado al Simposio James Joyce en la Sorbona Lacan plantea una
nominación distinta a la producida por el Nombre del Padre en la Metáfora
Paterna, esta es condicionada por el Deseo de la Madre, ahora indica la
posibilidad de una nominación incondicionada, señalándola como el cuarto
elemento del nudo, como consistencia supletoria. La supleción en Joyce es hacerse un nombre, que no es el del
Padre, aunque filiatoriamente venga de su linaje, es propio al apropiárselo y
engrandecerlo él mismo.
El nombre propio está destinado al llamado. Uno responde a su
nombre, es llamado por su nombre, que pretende singular. En esto hay una
carencia, a veces compensada con el seudónimo o el apodo. Apropiárselo produce
cierto efecto, fundar un nombre, hacerse llamar y nombrarse a sí mismo en el
reconocimiento de los otros, sin quedar pendiente de esa validación en el
Otro.
Al sinthome no lo caracteriza el mecanismo de la sustitución
metafórica, sino la nominación. El sinthome, la nominación, no está “en
reemplazo de”, sino que por sí misma se erige en el lugar reparatorio del
lapsus del nudo[7].
El síntoma es la “tierra extranjera interior, produce un sufrimiento
al que se atribuye un sentido que dirige la demanda al Otro. El síntoma
neurótico se completa con el Saber
del Otro, incrustado como sufrimiento y demanda, a su vez es interno, integra
al sujeto.
Como señala Karothy “... si el síntoma quedara en ese plano referido
al saber, un tratamiento podría avanzar siempre más o menos bien en una deriva
que llevaría al deslizamiento infinito de la significación que la estructura
misma del significante promueve ... hasta la aparición de la resistencia del
superyo”[8].
Aparición del núcleo de goce que el síntoma encierra.
Tendríamos así como alternativa o el análisis interminable o la
interrupción.
La extraterritorialidad es en Joyce distinta. Lo que Lacan llamó su
condición de desabonado del inconsciente. La escritura de Joyce no cierra el
sentido, produce enigmas, éxtasis epifánico. El goce estético de la epifanía y
de la escritura enigmática de Joyce no se asienta en la producción de sentido,
por lo tanto no es metafórica. Metafórico es el síntoma, no el sinthome. El
exilio del sentido en Joyce no es la producción sin sentido, pero no está
centrada en la búsqueda de un sentido que alivie al lector. En todo caso deja
cabos sueltos y enigmas ofrecidos a un lector “activo” e inquieto. Inquieto por
una escritura inquietante.
En los textos de Joyce el descubrimiento puede ser el final más
banal o simplemente abierto. Lo cual puede ser también muy divertido. Se ha
dicho que Joyce gozaba al escribir. Su escritura no es predominantemente
metafórica, pero tiene aquella otra belleza que Borges distinguía de la
metáfora, se la describió como de retazos metonímicos.
En su seminario Lacan ubica 3 goces en las intersecciones de los
anillos del nudo, goce fálico, goce del Otro y en la intersección de Imaginario
y Simbólico el sentido, que por ello queda equiparado a un goce, goce del
sentido. Joyce en vez del goce del sentido exagera el goce de lo oído, los
sonidos y lo fonemático.
Lacan, recordando el texto de Joyce “Los exiliados”, dice que el
enigma es una enunciación tal que no se encuentra su enunciado. “Exilio” dice
en el seminario XXIII, “no puede haber mejor termino para la no-relación”. No
hay relación sexual, no hay metalenguaje, no hay Otro del Otro. No todo es
sentido. Esta es la extraterritorialidad de Joyce respecto de la metáfora, del
sentido y del síntoma neurótico.
¿Joyce ni escribió una metáfora ni tuvo síntomas neuróticos?. No
creo que la cuestión a plantearse sea esa, sino si “además” hay un plus, algo más, solidario con tocar
“puntas de real”.
Un plus es en este plano
ir más allá del Nombre del Padre. Joyce en su escritura –y tal vez esto sea
válido para todos los escritores que denominaré, a falta de otro termino,
verdaderos- va más allá, traspasa, sin negarlas, las reglas de la lengua,
sirviéndose de ellas de una manera singular, herética. Va contra el dogma. Eso
no es sustitución de un sentido por otro, produce enigma e inquietud. Y lo hace
como ya lo han señalado los comentaristas con una pasión que en el arte de
decir, decir con arte, implica un Art
Dire, Ardeur y también Ardid
(esto último en referencia al “artificio”). Goce del sinthome, opaco al
sentido, en el decir de Lacan.
Borges y Joyce.
Conocemos la importancia que Joyce le adjudicó a la musicalidad en
las palabras y en las mismas escenas literarias, en su ritmo, en los sonidos en
esas escenas (entre otros en Los Muertos
por ejemplo o en el último capitulo del Ulises). Si bien Borges no hace
construcciones de ese estilo, en sus comentarios también encontramos una
apreciación acerca de la musicalidad y el ritmo. En Credo de Poeta, la última de sus conferencias en Harvard, nos dice,
finalmente, que la metáfora es algo mucho más complicado de lo que él creía.
Menciona unos versos de Robert Frost: “Pues tengo promesas que cumplir y millas
por hacer antes de dormir, y millas por hacer antes de dormir”. Dice Borges que
si tomamos los últimos versos, el primero -"y millas por hacer antes de
dormir"- es una afirmación. Pero, cuando lo repite, "y millas por
hacer antes de dormir", se convierte en una metáfora; pues
"millas" significa días, mientras "dormir" presumiblemente
signifique morir. “Quizá el placer no radique en que traduzcamos
"millas" por Años y "sueño" por Muerte”, -dice Borges-
“sino, más bien, en intuir la implicación”.
Finalizando la conferencia afirma: “Como
he dicho, el significado no es importante: lo que importa es cierta música,
cierta manera de decir las cosas. Quizá, incluso si la música falta, ustedes la
sientan”.
[1] J. L. Borges.
Seis conferencias en 1967 en Harvard. “Arte poética; seis conferencias”. Ed.
Crítica.
[2]
Junto a fluviales aguas de, yendo y viniendo aguas de, noche. También
literalmente: a la orilla de agua fluyente de, yente y viniente agua de, noche.
Traducción de María Victoria Suárez en el diario La Nación de Bs. As.
[3] J. L. Borges.
Conferencia sobre la metáfora dictada por el escritor en 1982 en Nueva Orleáns
y publicada en el suplemento cultural del diario La Nación de Bs.As. el 16 de
mayo del 2001. Existen notables similitudes, que son muchas, entre la conferencia
dedicada a la metáfora en Harvard, la segunda de la serie, y la de Nueva
Orleáns. Pero no son pocas las diferencias. Las referencias a la escritura
oriental y el comentario sobre Joyce por ejemplo. También resulta interesante
que en la quinta conferencia de Harvard Borges utilice las mismas líneas del
Finnegans Wake a las cuales recurre en Nueva Orleáns, pero en otro sentido.
[4] J. L. Borges.“Textos Cautivos”. Ed. Tusquets.
[5] Pierre Louis.
Citado por Ferrater Mora en “Diccionario de Filosofía”. Ed. Ariel.
[6] J. Lacan.
“Escritos” Ed. Siglo XXI. Pág. 508.
[7] R. Harari “¿Cómo se llama James Joyce?” Ed. Amorrortu.
[8] R. Karothy.
“Vagamos en la Inconsistencia”. Ed. Lazos. Pág.139.
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