martes, 3 de noviembre de 2015

"¿Estás ahí?" de Javier Daulte

¿Estás ahí?

de Javier Daulte






A manera de un prólogo


Javier Daulte es sin duda una de las estrellas de la llamada dramaturgia emergente, aunque bien se podría argumentar que a estas alturas dicha dramaturgia ya está bien “emergida.” Autor prolífico de una serie de obras exitosas, tanto en la Argentina como en el exterior, algunas estrenadas en salas de teatro alternativo (también llamado “de resistencia”) como el Babilonia y el Espacio Callejón y otras en teatros más “convencionales” como el San Martín y el Del Pueblo, ha dado a conocer anteriormente, Martha Stutz (1997), Criminal (1996), Gore (2000), Bésame mucho (2002), Geometría (1999), Faros de color (1999), y La escala humana (2001, escrita con Rafael Spregelburd y Alejandro Tantanián), para mencionar sólo unas cuantas. Bien se podría postular que gran parte de su obra gira alrededor de la cuestión de la verdad: en muchas de sus piezas se busca la verdad (aunque sin éxito), búsqueda que en sí implica primero cierto cuestionamiento de la posibilidad de encontrarla y segundo la conciencia de que toda “verdad” es de antemano una verdad reflejada, torcida, manipulada por intereses no siempre a la vista. Por lo tanto, sus piezas casi siempre nos dejan con más preguntas que respuestas. ¿Qué es lo que le pasó “de verdad” a Martha Stutz? ¿Quién es el “verdadero” criminal de Criminal? ¿De quién(es) es la culpa en última instancia? Al final de Bésame mucho o Faros de color, ¿qué ha pasado “de verdad”? A fin de cuentas, ni el espectador ni el dramaturgo puede contestar estas preguntas con certidumbre, precisamente por la naturaleza precaria de cualquier “verdad.”

Aquí el dramaturgo nos brinda una de sus obras más recientes, ¿Estás ahí?. Digo una de las más recientes porque Daulte parecería incansable, siempre a punto de estrenar una pieza más o crear aun otra. Como toda la obra de Daulte ésta también se puede interpretar en varios niveles: el personal, el filosófico, y el teatral, entre otros.  Es de notar que en más de una ocasión el dramaturgo/director ha declarado que lo más le importa en el teatro es el compromiso, pero no con un mensaje ni tampoco con una verdad moral (que, como señalamos, es siempre la “verdad” de algún grupo hegemónico de algún momento histórico específico, los dos efímeros en mayor o menor grado) sino con lo lúdico, con el procedimiento teatral. Su propósito es quizá siempre el de ser despertador de conciencias aunque no en el sentido tradicional ya que por un lado tales conciencias son siempre personales, ni previsibles ni universales, y por otro los objetivos de su obra no preexisten la obra en sí, ni son conceptualizados de antemano. Al contrario, Daulte siempre deja abierta la recepción de sus obras y ésta depende en gran medida del público, del espectador individual, único, e irrepetible.  Así que las “verdades” propuestas por su obra son siempre relativas, alterables, y sujetas a varias lecturas e interpretaciones personales. Por eso, hay que reconocer de antemano lo personal y lo provisional de las posibles lecturas que siguen.

Lo personal: Al nivel personal/interpersonal habría que reconocer que la pregunta del título, “¿Estás ahí?” es la pregunta fundamental, si bien dolorosa, de cualquier relación entre seres humanos. ¿Estás ahí?: ¿me ves de verdad? ¿de veras me conocés?  ¿tenés idea de quién soy, qué quiero, etc.?  ¿me escuchás verdaderamente? La respuesta a todas estas preguntas (esbozada en la obra) es, desde luego, que no: que no nos conocemos, que no nos vemos, nos escuchamos, etc. Y por varias razones. Primero, hay la cuestión del egoísmo básico, innato en todo ser humano. Como precisa uno de los personajes, “No me hacés feliz.  Y es tu obligación ¿sabés?” Es decir, es tu obligación hacerme feliz a mí; no es mi obligación hacerte feliz a vos. Segundo, entra el problema de la comunicación y la comprensión mutua, problema subrayado constantemente, desde el primer momento de la obra. Fran no puede ver ni entender a Claudio (ni más adelante a Ana); tampoco puede entenderse bien con su madre ni con Renata. Las palabras dichas o escritas o no le son comprensibles al otro o cambian de significado según el contexto y parecería que el contexto de uno nunca es exactamente el del otro: uno toma literalmente lo que el otro dijo figurativamente o al revés. Lo que uno llama pizarra mágica es el block maravilloso del otro. Por mucho que uno se esfuerce para entender al otro, no lo logra o lo logra sólo en parte. (Fran no sabe a ciencia cierta si Claudio escribió cuatro, cuarto, Claudio, u otra palabra.) Tercero, existir, vivir entraña continuos cambios y modificaciones personales. Como resultado de lo que se vive, lo que se experimenta entre el ayer y el hoy, el “yo” de hoy no es el “yo” de ayer. Por eso el ser a quien el otro cree conocer y/o querer es siempre el de ayer o anteayer, nunca el actual, producto (inconsciente desde luego) de experiencias recientes. En muchos sentidos el ser humano es como la pizarra mágica de la obra: se escribe (inscribe), se borra, y después se escribe (crea) de nuevo, en un proceso de renovación continua. Además, como afirma Fran, “Cuando está ahí, cuando lo tenés adelante, el amor es... imposible. Uno sólo ama al que estuvo, no al que está.” Sólo con la distancia, lejos de lo cotidiano y la convivencia, se permite la fantasía, la idealización, la invención de un ser hecho a la medida e inmutable, y quizá precisamente por eso, objeto de amor (gesto que no dista mucho de lo que hacemos al recordar, interpretar una obra teatral). Esto por un lado.  Por otro la pieza propone la necesidad de seguir adelante, no necesariamente de perdonar ni olvidar, pero sí de seguir con la vida y dejar atrás lo que ya no sirve, lo que ya no tiene remedio (en el sentido personal, histórico, y estético). Esto lo vemos sugerido en la última imagen de la pieza, en las dos palabras escritas en el pizarrón y reflejadas en el espejo—adiós, adiós.

Lo filosófico, existencial: Además de lo ya expuesto, la obra implícitamente plantea la pregunta ¿existimos? ¿En qué consiste la existencia? Aquí algunos de los personajes ya están muertos, fantasmas y por ende visibles sólo cuando se juntan “los ojos como desenfocando la imagen.” Pero ¿no se puede decir lo mismo de todos nosotros?—que somos siempre hoy los fantasmas de los que fuimos ayer y que nos “vemos”, nos entendemos, nos queremos sólo al desenfocar la imagen un poco. Es decir, sólo vemos al otro deformado, según nuestra propia mirada y nuestro propio enfoque (interés). Así que se pregunta hasta qué punto nuestra “existencia” no es producto del otro, de las miradas, proyecciones de toda una serie de “otros”.

Pero quizá lo más interesante de la obra es la propuesta teatral y su empleo de varios recursos teatrales. Dada la naturaleza del teatro como una ficción hecha viva por seres humanos (los actores), bien se puede hacer al teatro la misma pregunta que hicimos antes al ser humano, ¿estás ahí? Como se subraya sutilmente aquí, en toda obra teatral, el personaje literalmente está y no está ahí, tal como los fantasmas, Ana y Claudio. Es decir, el actor está presente físicamente pero obviamente el personaje es sólo una ilusión; metafóricamente logramos ver al personaje de la misma manera que Fran ve a Ana y a Claudio—desenfocando la “realidad.” A la vez, en gran medida la obra funciona como una literalización de la tesis de Marvin Carlson, para quien toda obra teatral nos llega poblada de fantasmas del pasado: de otras obras, de montajes anteriores, de personajes y tipos ya conocidos, etc. Aquí estos fantasmas no sólo se encuentran en las tablas sino que también hay (para mí por lo menos) ecos de otras obras claves como Hamlet. Recordemos que en Hamlet, también rondado por fantasmas, el protagonista no sólo mantiene que el teatro es un espejo de la naturaleza sino que emplea el teatro (dentro del teatro) para “atrapar la conciencia del rey.” No seremos reyes los espectadores de la obra de Daulte, pero de todas formas él seguramente ha atrapado nuestras conciencias, aunque no de manera uniforme, previsible, ni inequívoca, sino más bien de manera múltiple, cambiante y efímera. Y quizá en ningún momento es más patente esto que al final, cuando ya han salido los muertos, Ana y Claudio, para seguir adelante y dejar que Fran haga lo mismo. En este momento Fran lee las palabras (adiós, adiós) que dejaron en el pizarrón, palabras que evocan un pasado que ya terminó y seres que un día fueron pero quienes ya no son ni serán nunca iguales, como argumentamos antes. Pero es más, estas palabras Fran las lee por medio de un espejo, referencia al espejo del teatro que tantas veces sirve de mediador para atrapar nuestras conciencias, para dejarnos ver (si bien de manera desenfocada e imprevisible) lo que quizá no veríamos, lo que no captaríamos sin dicha mediación.

Sospecho que como las otras obras de Daulte, ésta también provocará múltiples interpretaciones diversas porque todo espectador habrá enfocado o desenfocado de forma distinta, como será inevitable dada la doble mediación de toda obra teatral y la propuesta estética de Daulte de no pretender brindarle al público una verdad única y fija. Lo que no dudo es que nos estimulará a todos a pensar, cuestionar, y revisar lo que hemos visto (o creído ver) tanto dentro como fuera del teatro.

Sharon Magnarelli
Quinnipiac University
Estados Unidos




¿Estás ahí? fue originalmente estrenada en su primera versión de un único personaje masculino[1] y en lengua inglesa en agosto de 2002 en el Old Vic Theatre de Londres dentro del marco del Festival Fronteras 02. En mayo de 2003 ese montaje fue nuevamente presentado en el Blue Elephant Theatre de esa misma ciudad. En ambos casos el reparto fue:

Título en inglés                         Are you there?
Traducción al inglés                  Ana Sánchez Colberg
Interpretada por                        Niel Smith
Dirección                                  Javier Daulte

El 12 de febrero de 2004, la compañía Díaz de Gloria estrena ¿Estás ahí? en el Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires.

                        Elenco                                    Gloria Carrá
Héctor Díaz
Iluminación                             Javier Daulte
Vestuario                                Mariana Polski
Escenografía                          Alicia Leloutre
Diseño de sonido                   Pablo Ratto
Prensa                                     Duche & Zárate
Teatro Nacional Cervantes
Asistente de dirección           Marcelo Pozzi
Dirección                                Javier Daulte
Producción                             Teatro Nacional Cervantes

El espectáculo ha recibido las siguientes distinciones:
  • Premio ACE a la Mejor Comedia y/o Comedia Dramática
  • Premio Clarín al Mejor Espectáculo del Circuito Off
  • Premio GETEA 2004 al Mejor Director del Año
  • Mención Especial GETEA para el actor Héctor Díaz
  • Terna Premios ACE al Mejor Director de Comedia y/o Comedia Dramática
  • Terna Premios ACE a la Mejor Actriz de Comedia y/o Comedia Dramática, Gloria Carrá
  • Terna Premios Clarín al Mejor Autor Argentino
  • Terna Premios Clarín al Actor Revelación, Héctor Díaz
  • Nominado al Premio Teatro del Mundo Mejor Dramaturgia
  • Nominado al Premio Teatro del Mundo Mejor Dirección
  • Nominado al Premio Teatro del Mundo Mejor Actor (Héctor Díaz)
  • Nominado al Premio Teatro del Mundo Mejor Escenografía (Alicia Leloutre)
  • Nominado al Premio Teatro del Mundo Mejores Efectos Mecánicos (Alicia Leloutre)
  • Terna Premios María Guerrero al Mejor Autor
  • Terna Premios María Guerrero al Mejor Director

En marzo de 2004 el espectáculo pasa a hacer temporada en el Teatro del Pueblo de Buenos Aires. En noviembre de 2004 se presentó en el Festival de Temporada Alta de Girona Salt.
En marzo de 2005 el espectáculo comienza una nueva temporada en el Teatro del Pueblo de Buenos Aires.

En enero de 2005 se estrena en el Teatro Romea de Barcelona, la versión catalana con dirección del autor. El reparto fue el siguiente,

Elenco                                    Clara Segura
Joel Joan
Iluminación                             Javier Daulte
Vestuario                                Montse Enguita (sobre el original de Mariana Polski)
Escenografía                          Alicia Leloutre
Diseño de sonido                   Raúl Lucea (sobre el original de Pablo Ratto)
Traducción y
Asistente de dirección           Toni Casares
Dirección                                Javier Daulte
Producción                             Vania Producciones y Teatro Romea

Este montaje ha recibido las siguientes distinciones

  • Premio Margarita Xirgu a Clara Segura (2005).
  • Terna Premios Butaca para Clara Segura como mejor actriz (2005).

En septiembre de 2005 el montaje vuelve a Barcelona, esta vez en el Teatro Borrás, con Marc Martínez en el papel masculino.



Personajes
Francisco
Ana
Renata[2]

1
Sala de una pequeño departamento. Tres puertas. Una de entrada, una que conduce al baño y otra a la cocina. Cajas por todas partes. Algunos muebles dispuestos de cualquier manera. Fran, un hombre de poco más de 30 años, vestido de modo informal, está sentado, observando detenidamente una silla vacía. Hace visibles esfuerzos con los ojos. De pronto algo lo sobresalta.

Fran

¿Cómo? ¿Qué? ¿Cómo dijo? ¿Dijo algo? Perdón, no entendí; no... ¿La van… la ven… tana?
Mira hacia los lados.
¿La pu… la puerta?
Silencio.
La u… la bu… ¿La bufanda? ¿Me… me quiere dar la bufanda?
Silencio. Mueve los brazos.
¿Usted me ve a mí?
Silencio.
¿Necesita algo?
Silencio.
¿Quiere algo?
Silencio.
¿Agua?
Silencio.
¿Un jugo? ¿Un jugo de...? Está todo un poco desordenado... no sé si... Hicimos una compras, pero...
Silencio. Parece haber oído algo.
¿Perdón?
Silencio.
Ella debería estar por...
Silencio.
Jugo de... Un néctar creo que es; de... uva, creo que hay; no creo que esté frío porque todavía no hay heladera, pero... Igual con la temperatura que hace... Acá la calefacción está bien...
Silencio.
¿Perdón?
Silencio.
Creí que había dicho algo, que...
Silencio.
¿De verdad no quiere sacarse la…? ¿es una bufanda eso?
Silencio.
Hace frío afuera, pero acá con la calefacción se está bien, decía. Quiero decir que para mí está bien; no sé usted...
Silencio.
¿Hace mucho que usted está...? Quiero decir… No sé cómo decirlo...
Silencio.
Tal vez le molesta. Le molesta que yo... ¿Quiere quedarse solo? Bueno, no hay donde ir, digo, para dejarlo solo; el baño, o la cocina que no es muy grande. A Ana le gustan los espacios grandes, ella es italiana, bueno, de padres italianos, de Calabria. Le gustan los espacios grandes. Las casas grandes. Dice que la convivencia mejora en los espacios grandes. Bueno, esto no es grande; más bien es chico ¿no?, pero es lo que conseguimos... Aunque sea temporariamente... Yo creo que está bien. Yo no me quejo. No me gusta quejarme. No… ¿Qué?
Silencio. Fran se queda observando. Algo se mueve o quizá se cae en la zona donde se supone que está el sujeto a quien Fran habla.
¿La luz? ¿El techo? ¿La luz le hace mal?
Silencio. De pronto tiene una idea.
¿Quiere escribir? Quizá le sea más... ¿Le parece o...? Eh... ¿usted... sabe? Quiero decir, escribir sabe ¿no? Porque por ahí es más fácil. Una manera de... Espere...
Empieza a buscar entre las cajas.
Por acá creo que tenía... Sé que está porque la guardé; y estuve a punto de tirarla porque nunca... ¿Sabe que en los últimos dos años me mudé cuatro veces? Bueno, no, en realidad me mudé cinco veces, lo que pasa es que me confundo porque dos veces me mudé al mismo lugar, pero eso es una historia medio complicada que ahora no... Y bueno, me di cuenta de la cantidad de cosas que fui trasladando de un lugar a otro y que nunca más toqué, nada más que cuando hacía la mudanza. Ropa, cosas que... De años y años que están y no... Ropa que pasó de casa en casa y no usé nunca en el medio... Es gracioso. Es increíble la cantidad de cosas que uno piensa durante una mudanza. A ver... ¡Acá está, acá está!
Fran ha seguido buscando entre las cajas. Ahora ha encontrado lo que quería. Se trata de una Pizarra Mágica.
Era de mi hermana, después me la pasó a mí y...
La deja sobre la mesa que está cerca de la silla del “sujeto”. Suena el teléfono.
Ah, debe ser ella, Ana, mi…
Busca el teléfono por todos lados.
¿Dónde lo metí?
Busca. El teléfono sigue sonando. Finalmente lo encuentra. Atiende.
Hola. Hola, mi amor. Sí. Estoy. Acá. (...) Sí, ¿dónde voy a estar? (...) Vos estás llamando. (...) Vos marcaste. (...) Bueno, acá es acá. ¿Dónde estás vos? (...) Mi amor, no te estoy tratando mal.
Mira al “sujeto”.
Bien, bien, bien. (...) ¿Qué? (...) ¿Qué distinto? ¿Yo distinto? ¿Cómo distinto? (...) No entiendo. (...) No entiendo a qué te referís cuando decís distinto... (...) Bueno, sí, puede ser... (...) Sí, acá. (...) No. No. Nada. No, alguna cosita, pero no... (...) No. Bueno, a mí no. (...) No sé. (...) Sí. Le ofrecí. (...) No. No me doy cuenta. (...) Poco. No. No sé. ¿Ana? (...) Ah, hola, sí; no, pensé que se había cortado... (...) No. Yo no creo estar molesto. (...) ¿Cómo? (...) No, es que se va la señal... ¿Dónde estás? (...) ¿Qué hacés ahí? (...) Bueno, claro si estás bajando al subsuelo se va a cortar, claro... (...) No importa que sea nuevo, Ana, los celulares baratos no andan bajo tierra. (...) ¿Hola? (...) No te entiendo. (...) No, que no entiendo las palabras. ¿Estás llorando? (...) ¿Y qué es ese ruido? Bueno, no te pongas a llorar ahora... (...) ¿El grabador? No sé. Esto es un lío, Ana; está todo dado vuelta. Qué sé yo dónde está el grabador. (...) ¿Arriba de dónde?
Ve el grabador sobre la mesa. La luz que indica que está funcionando está encendida. Ah, sí, ahí está. Está funcionando parece (...) ¿Hola? ¿Hola?
Corta. Al “sujeto”.
Se cortó. Era ella, Ana, mi mujer; usted la conoció...
Vuelve a sonar el teléfono. Atiende.
Ah, hola. Mirá, veníte para acá y listo, Ana. ¿Cuánto tardás? (...) No sé. Si venís por el bajo... (...) ¿A esta hora? No sé, creo que hay reducción de carriles, sí. (...) Y, es la hora a la que todos vuelven. (...) No sé por qué tenés que estar manejando si vos no manejás nunca. (...) ¿Qué? (...) Pero no hay nada. Todavía no hicimos compras, no... (...) ¿La caja de cereales? ¿En qué caja? (...) No tengo la menor idea. (…) A ver, esperá. (…) Ya entendí, esperá.
Al “sujeto”.
Ana pregunta si usted quiere algo de comer.
Pausa.
Si quiere cereales.
Pausa.
Cornflakes.
Silencio. Al teléfono.
No dice nada me parece. (...) ¿Con él? (…) ¿Te parece? (…) Bueno, esperá.
Al “sujeto”.
Ana quiere saber si quiere hablar con ella.
Pausa.
Por teléfono.
Le ofrece el tubo del teléfono. Silencio. Al teléfono.
No, no dice nada. (...) Sí, está acá, está acá. (...) Claro que te quiero, Ana. Te quiero. (...) Te lo estoy diciendo. (...) ¿Esta mañana? No me acuerdo. (...) Pero si te lo digo siempre. (...) Sí, pero es que esta mañana fue un poco... (...) Basta, Ana, por favor; no, después hablamos. (...) Te digo que después hablamos. No podés manejar, llorar y hablar por teléfono. (...) ¿A cuánto vas? (...) No, Ana. Decime cuánto marca el velocímetro. (...) No, ese es el cuentakilómetros. La aguja fijate. Hay una aguja en el tablero. (...) Sí, esa que se mueve. (...) ¿A cuánto? (…) ¿Estás segura? (…) Ajá.
Fran se alarma. Intenta conservar la calma.
No, no, no. Está todo bien. Mirá, vamos a hacer una cosa. Este… a ver, a ver, mi amor. A ver, cosita. Tenemos que bajar la velocidad. Sí, sí, sí. No… no, no, yo estoy tranquilo. Y vos también estás tranquila. (…) ¿Cómo que no podés? Mi amor, bajar la velocidad. (…) Bueno, bueno, bueno. Muy bien, vos no te preocupes. Vamos a hacer así: Primero dejamos de llorar ¿eh? ¿Sí? (…) Muy bien. (…) Ahora, ¿viste tu pie derecho? (…) Tu pie derecho. No, el que está más cerca de la puerta no, el otro. Ese, el que está más cerca de la palanca de cambios. Perfecto, muy bien. (…) Bueno, ese, lo vamos relajando, de a poquito, y levantamos apenitas ese pie del pedal… sí, sí, y así vamos bajando la velocidad. Bueno, bueno, bueno. Sí, sí, sí. Y nos vamos calmando, así, muy bien. (…) A ver, mi amor; ¿qué pasa con la aguja? ¿Se mueve? (…) ¿Para qué lado? (…) Ajá, perfecto. (…) Muy bien. Seguimos bajando, seguimos aflojando poquito a poco ese pie derecho... Eso… No, no, no, no. Sin llorar, dijimos. Eso. Muy bien. Y vamos tirando el auto para la derecha. Bien. Y parás el auto. Así, eso… sin llorar… Ahora frená suave. Suave. Bien, bien, bien. Vas bien, vas bien.
Silencio.
¿Paraste? (...) ¿Y paraste de llorar? (...) Bien. ¿Estás bien estacionada? (...)
Con bastante enojo.
Porque no quiero que te hagan la boleta. Porque tenés el registro vencido y no tenemos plata, Ana ¿a ver si lo entendés? Para mí tampoco es fácil. (...) Yo también estoy sensible, no sé si te enteraste. Es muy duro mudarse. (...) Es una situación universalmente estresante. (...) Sí. Lo sabe cualquiera. La segunda causa de estrés después de la muerte de un ser querido. (...) No sé, lo leí en algún lado, no me acuerdo, hace años. No, nadie lo dijo; es una estadística. (...) ¿En dónde? Qué sé yo. (...) Yo no dije UNIVERSAL. (...) No dije esa palabra. (...) Yo no uso esa palabra. (...) No nos vamos a poner a discutir de eso ahora, Ana. (...) Bueno ¿estás más tranquila? (...) Bien. Manejá despacio. Y venite para acá. Sí, mi amor. Sí, preciosa. Sí. Un besito. (...) Sí. Chau. Chau.
Corta. Descubre algo sobre el escritorio donde dejara la Pizarra Mágica.
Muy bien. Muy bien. ¿A ver? ¿Puedo?
Toma la Pizarra. Lee. “Mira” al sujeto.
¿“Cuatro”?... ¿“Cuarto”?... Cuarto, cuatro... ¿cuarto qué?
Mira la pizarra tratando de desentrañar lo que allí está escrito.
¿Cuarto? ¿Cuadro? ¿Claudio? ¿Claudio dice? ¿Usted se llama Claudio? Bien. Muy bien. Claudio.
Hace presentaciones.
Claudio, Francisco. Francisco, Claudio.
Silencio.
¿Quiere escribir algo más?
Le ofrece la pizarra. Mientras el “sujeto” escribe.
Fue una buena idea ¿no? Lo bueno de la pizarra mágica es eso, que se puede escribir con cualquier cosa, aunque uno no tenga...
Hace clara referencia a los dedos.
Quiero decir que se puede escribir... inclusive con esa...
Hace referencia a quién sabe qué tiene el “sujeto” como mano. Fran observa la pizarra en la que el sujeto está escribiendo algo mientras él la sostiene.
Una letra curiosa... No se entiende muy bien. Si son letras o dibujos. Parecen dibujos ¿no? Está bien, con los dibujos uno puede entenderse. Es gracioso cómo nos gusta (digo, a nosotros, las personas) jugar a hacer dibujos para entendernos como si fuésemos primitivos; digo, por esos juegos que hay, el Pictionary y... debe haber otros, ahora no me acuerdo cuáles.
Viendo los dibujos.
Ah, esto es un... ah, ah... sí... Ah, claro... Ah, es un baño, claro; esto es un baño.
De pronto cree entender.
Ah, al baño... Usted quiere... ir al baño. Claudio quiere ir al baño. Sí, sí; cómo no. Por acá. En el baño está todo, eso sí, es lo primero que dejo bien acomodado cada vez que me mudo. Uno se ensucia mucho y quiere tener todo en orden para poder darse una buena ducha o...
Lo “acompaña” al baño. Abre la puerta. El sujeto “entra”.
Pase, pase.
Fran cierra la puerta. Se queda un segundo allí. Luego va hasta el teléfono y marca.
Hola. Yo. Ana, por favor ¿cuánto más vas a tardar? (...) ¿Dónde estás? (...) No me cortes. (...) ¿Por dónde estás? (...) ¿Cómo que no...? (...) ¿Por qué estás en la autopista? (...) Venite para acá, Ana. No es el momento de... (...) Venite y después vamos si querés y te comprás el vestido que tengas ganas. (...)  Bueno, la blusa, lo que sea. (...) No creo que le importe demasiado cómo estés vestida. (...) Yo quiero que vengas para acá. (...) Sí, ahora mismo. (...) Ya sé que es importante para vos y para tu investigación oftalmológica, y que te podés ganar no sé qué beca y todo eso, pero... (...) Claro que estoy nervioso. (...) No, no hace nada. Se queda callado. (...) Sí que está acá, sí que está acá. (…) No sé. No me gusta. Hace unos dibujos raros. (...) En la pizarra mágica. (...) Sí, le ofrecí para que escribiera y... (...) Bueno, sí, el primero lo borré. (...) ¿Y qué querías que hiciera? Vos viste como funciona eso. (...) La pizarra mágica. (...) La pizarra mágica, Ana. (...) ¿Cómo que no sabés qué es? (...) Todo el mundo tuvo una pizarra mágica alguna vez. (...) Vos también, estoy seguro que tuviste. (...) Que es como un pizarroncito que escribís y se marca como si fuera un lápiz y después le pasás la... la cosa que tiene ahí y se borra. (...) No, con una lapicera no, con cualquier cosa... Y se borra porque... no sé cómo funciona. (...) Quiero decir que sé cómo funciona porque se ve, pero no conozco el mecanismo. (…) No sé, debe tener una especie de imán atrás o algo así. (...) No, no, a pilas no es. ¿De verdad no sabés lo que es la pizarra mágica? (...) ¿Freud? ¿Freud tiene un artículo que habla de eso? (...) No, no tenía idea. (...) No, no creo que sea un fenómeno óptico. (...) ¿Y para qué me preguntás entonces? (...) Nada, unas cosas que no se entendían bien. Primero pensé que había escrito CUATRO. Después pensé que era CUARTO. Después que era CLAUDIO, pensé que era su nombre, Claudio. Pero podía ser cualquier cosa, CLAUDIO, CALOR, CÁTODO, el dibujo de una isla con el agua alrededor y... (...) Si me volvés a decir idiota, cuelgo. (...) ¡Hago lo que puedo! Yo quería ver si me podía comunicar con... (…) ¿Qué sabía que podía ser tan importante para vos guardar los dibujitos que...? (...) Y ahora hizo otros... un montón de garabatos... como de agua también. (...) No, sed no. Creo que quería ir al baño. Está ahí ahora. Ana, estoy muy alterado; necesito que vengas. ¿A cuánto vas? (...) ¿No es muy rápido eso? ¿Pero estás volviendo? Bajá un poco. (...) La velocidad. No me gusta que vayas tan rápido. (...) Sí, está puesta con llave. (...) ¿Para qué? La traba se pone desde adentro, sí. Y nosotros estamos adentro. (...) ¿Y quién puede venir de afuera? Cualquiera es una generalidad. (...) ¿Y quién lo va a secuestrar? Ana, creo que en tal caso somos nosotros los que lo tenemos secuestrado. (...) Un abogado lo diría. Un abogado diría eso. (...) Sí, sigue ahí. ¿Bajaste la velocidad? (...) No sé, estará haciendo no sé, sus cosas. (...) No, no creo que quisiese ducharse. Olor no tiene.
Advierte el sonido de ducha que viene desde el baño desde hace ya un rato bastante prolongado.
Ah, sí, se está duchando. Ah, claro, eso era el dibujo...
Toma la Pizarra Mágica.
Claro, agua, una persona acostada, agua abajo... y...
Advierte algo. Mira hacia la puerta del baño. Con alarma.
No, no. No, que está entrando agua. Se está inundando todo. Esperame.
Deja el teléfono. Va hasta el baño. Quiere abrir la puerta. Está cerrada por dentro. Fran golpea.
¡Claudio! ¡Claudio! ¡Ábrame! ¡Claudio! ¡Tiene que cerrar la canilla! ¡Claudio!
Golpea.
Tiene que cerrar la canilla. Déjeme entrar. ¡Ábrame, Claudio!
No sabe qué hacer. Vuelve al teléfono.
¿Ana? No sé qué hacer. No quiere abrir. (...) Bueno, tuve que gritarle. (...) Es que se está inundando todo. Los vecinos de abajo nos van a matar... No sé. Sí. No, me falta un poco el aire. Tal vez tenga un ataque de pánico. (...) No, él no ¡yo! (...) Bueno, sí, sería la primera vez ¿y? (...) No estoy exagerando nada. Parece que no te dieras cuenta de... (...) Puedo tener un ataque de pánico como todo el mundo ¿por qué no? (...) No sé qué le ves de gracioso. (...) Bueno, a mí no me parece tan excitante. Vení ya mismo, Ana. (...) Porque no creo poder manejarlo. (...) Dejá de reírte. ¿A qué velocidad vas? (...) Bueno, creo que podés acelerar un poquito ¿no?
Corta. Va hasta la puerta del baño. Con fuerza intenta abrirla, pero han quitado la traba y con el impulso cae dentro del baño. Lo oímos despotricar en off.
¿Pero qué hizo? ¿Qué hizo? ¿No se da cuenta que...?
Desaparece el sonido de agua corriendo.
No hay que hacer esto... Pero qué barbaridad, no tenía que hacer esto...
Suena el teléfono. Fran sale del baño. Está empapado. Atiende el teléfono.
Ana, esto es un desastre; tapó todo con el papel higiénico, la rejilla, la pileta, la bañadera, todo; como si hubiese querido hacer una pecera ¿entendés? (…) ¿Cómo? (…) ¿Qué abajo? (…) Ah, perdón. Sí. No, creí que era mi esposa que... (…) Sí, sí, ya sé. Tuve un problema. Le pido disculpas... (…) Un accidente. Ya cerré todo. (...) No, baldes no tengo pero... Ah, le pido mil disculpas... En serio. (...) Mire, en este momento no...
Del cuarto de baño sale despedido como un proyectil un gran bollo hecho de papel higiénico mojado. Le da en la espalda. El impacto es fuerte. Fran se vuelve. Otro bollo le da de lleno en la cara. Al teléfono.
Perdón, ahora no lo puedo atender...; después bajo. (...) Que después bajo.
Corta. Otro bollo sale despedido. Otro más. Otro más.
Pare, por favor. ¡Basta! ¡Basta! ¡Pare!
Fran toma los bollos y se los arroja de vuelta. Se produce una batalla de bollos de papel higiénico.
¡Pare! ¡Pare, le digo!
Uno de los proyectiles de Fran impacta con fuerza. Se oye un gemido lamentoso. Evidentemente Fran dio en el blanco. Silencio.
Bueno, estamos a mano. ¿Estamos a mano?
Silencio.
¿Lo lastimé? Oiga ¿lo lastimé?
Entra en el baño. Silencio. Se lo oye a Fran susurrar. Fran vuelve a salir.
Venga. Venga por acá. Siéntese. Estamos calmados ¿no? Estamos calmados ahora. Sí. Yo me siento un poco desconcertado, eso es. Perdóneme si le levanté la voz. Esta situación es un poco, usted entiende ¿no?
De pronto se para en seco. Es como si el “sujeto” le impidiera moverse.
Espere ¿qué hace? Espere un poco, por favor, yo no...
Hace fuerza pero no puede “sacárselo” de encima.
Suélteme; suélteme, por favor.
Pero Fran está inmovilizado por el “sujeto”.
Por favor le pido. No me deja respirar. Por favor. ¿Qué? Pero no entiendo lo que me dice. No entiendo. ¡No lo entiendo!
Fran sufre un fuerte empujón. Cae al suelo. Luego, la puerta de entrada se abre. Fran habla mientras se levanta del suelo.
¿Adónde va? ¡Ey! ¿Adónde va?
Corre a la puerta que se cierra. Forcejea con ella. Suena el teléfono. Fran tiene que decidirse entre atender o forcejear con la puerta. El teléfono deja de sonar. La puerta cede. Fran sale sigiloso. Se lo oye en off.
Ey. Claudio. Claudio. ¿Dónde está? ¿Claudio? ¡Claudio!
Silencio. Vuelve a entrar. Cierra la puerta sin poner traba. Se relaja. Toma el teléfono. Marca.
¿Mamá? Yo. (...) Más o menos. (...) Sí. Ya estamos. (...) Sí, ya trajimos todo. (...) Si, gas hay; es una casa no una carpa. (...) No, creo que no. Pero está bastante bien. (...) No, no es grande, ya te conté; si hasta un croquis te hice. (...) Claro que te acordás, mamá; me lo hacés a propósito. (...) Sí, claro que estoy cansado. Son cuatro pisos por escalera y... (...) ¿Por qué? (...) Bueno, podrías hacer un esfuerzo. Un poco de ejercicio no te va a hacer mal. (...) Bueno, no vengas nunca, entonces. (...) ¿Y qué querés que te diga? Vos sos la que dice que no quiere venir, no me cambies las cosas. (...) No digas que dije lo que no dije. (...) ¿Ahora yo dije que no quiero que vengas? VOS decís que no vas a venir nunca. (...) Bueno, cuando me mude a una planta baja te invito. (...) O cuando pongan ascensor, sí. (...) No sé qué querés vos. (...) Si te estoy llamando. También podés llamarme vos. (...) Y sí, si me llamás a las dos de la mañana claro que me molesta. (...) Porque me asusto, mamá. Pienso que pasó algo. (...) Que pasó algo con no sé, algo. (...) No, yo no pienso todo el tiempo que te vas a morir. (...) No es así. (...) Bueno. Pensá lo que quieras, igual, por más que yo hable... (...) Si no me escuchás. (…) Ahora mismo... estoy un poco aturdido. (...) No, el departamento está bien, no es eso. Pero pasa que hay algo que... (...) Ah, ¿Ana te contó? ¿Cuándo? (...) ¿Pero recién cuándo? (...) ¿Por teléfono? (...) ¿Y qué te contó?
Silencio prolongado.
Sí, a ella le parece de lo más excitante. (...) No, no tenemos idea de dónde salió. Ya estaba acá, parece. (...) Sí, es cierto. Ah, para eso no tenés problemas en subir los cuatro pisos ¿no? (...) Bueno, no sé si tanto como eso, mamá. No se lo ve bien. (...) Sí, como poco claro. (...) Bueno, por supuesto que es difícil de entender... Es difícil de explicar también. (...) Eso, que no se lo ve bien. (...) Si se queda quieto y vos juntás los ojos como desenfocando la imagen, ahí medio que aparece. (...) Sí, como esos dibujos 3D que venían en la Revista del Clarín ¿te acordás? (...) Sí, a mí también me costaba muchísimo. (...) Bueno, así lo ves un momento pero se te va enseguida. (...) No, cuando lográs verlo es definido. (...) Bueno, “rarísimo, rarísimo”... qué sé yo. De tantas cosas se dice que son rarísimas hasta que las tenés delante y ahí te quiero ver. (...) No, a mí más me preocupa Ana. Tal vez sea como ella dice, un prodigio de la oftalmología, sí, yo no digo que no. Pero para mí es excesivo el entusiasmo qué querés que te diga; no sé, ni que fuese a ganar no sé qué... (...) No, ahora no. (...) Bueno... se fue. (...) Sí, se fue; salió por la puerta. (...) ¡Y qué sé yo! (...) No me grites. Abrió la puerta y se fue te estoy diciendo. (...) No, yo no lo eché. Se fue solo. (...) Sí, la abrió, la abrió; qué sé yo con qué; con la mano, la cosa esa que tiene, no sé. (…) Sí, abre puertas, abre canillas, todo abre. (…) No, no sé, no querría estar...  (...) Bueno, mirá, salvo por lo de esa particularidad, no me resulta un sujeto demasiado interesante. (...) Y, mirá: es difícil de ver; no podés mantener una conversación demasiado fluida con él y encima es bastante agresivo. (...) Sí, bueno, quizá sea conmigo, claro; por eso le pedía a Ana que viniese rápido. Con ella parece que se lleva mejor. (...) No sé, porque es mujer quizá. (...) Ya sé que cuando llegue se va a poner furiosa conmigo. (...) Yo también estoy nervioso. Muy. (...) Bueno, no era mi intención ponerla nerviosa a ella.
La puerta de entrada se abre sola sin que Fran lo note. Al cerrarse, Fran oye el ruido del pestillo. Al teléfono.
Esperá, esperá.
Mira la puerta, que está cerrada. Silencio. Desestima lo que le pareció percibir. Sigue al teléfono.
No, nada, nada. No pasa nada. (…) ¿Qué? ¿Ahora yo soy el desconsiderado? ¿Y quién es considerado conmigo, se puede saber? (...) Bueno, mamá. No te llamé para eso. (...) Te llamé porque estoy angustiado. Mejor no te hubiera llamado entonces. (…) Y porque no me sirve de nada lo que me decís. (...) No, está bien, mejor no vengas; ahora va a llegar Ana. (...) Claro que ya tendría que haber llegado, pero...
Se interrumpe abruptamente. Es como si algo lo hubiera rozado. Se pone de pie sobresaltado. Al teléfono.
No, no pasa nada. (…) No, ahora no puedo, después te llamo. (…) Que ahora te llamo. (...) No pasa nada, mamá. Cortá. Cortá y después te llamo.
Corta. Se coloca en el centro del lugar. Fuerza la vista y hace un paneo tratando de ver si “enfoca” a Claudio. Suena el teléfono. Fran atiende.
Hola. Ah, sí. Qué tal. (...) Ah, sí, sí. Ya voy. (...) Tercero “C”, sí. Ya voy. (...) No, ¿sabe que baldes no?, ni uno; tenemos que comprar justamente; pero puedo llevar un par de tachos. Unas ollas. (...) Sí, cómo no. Ahora voy. (...) Ya mismo. Cuelgo y bajo. Bien. Adiós.
Cuelga. Va a la cocina. Tras un momento sale con unas ollas. Sale del departamento.
Silencio. Nada se mueve, pero el “sujeto” está allí. De pronto el pasador de la puerta se mueve solo y traba la salida. Silencio.
Ruido en la puerta. La puerta no puede abrirse porque tiene el pasador puesto.

Ana
Desde afuera.
¡Fran! ¿Estás ahí? ¡Ey, Fran! Dejaste el pasador puesto.
Pausa.
¡Mi amor! ¿Qué pasa? ¿No querés hablarme?
Pausa.
¡Fran, abrime la puerta ahora mismo que no estoy de humor!
Un ruido dentro.
Sé que estás ahí. Te puedo oír.
Silencio. De pronto Ana comienza a golpear la puerta frenéticamente.
Abrí la puerta te estoy diciendo. Que abras la puerta, ¿no entendés nada vos? Ya sé lo que hiciste, así que dejá de hacerte el idiota y abrime la puerta.  
El pasador se quita “solo” y la puerta se abre. Ana ingresa con ímpetu.
Mirá, yo quiero que me escuches una cosa…
Pero se detiene al no ver a nadie dentro. Se la ve algo lastimada. En la frente un golpe. La ropa algo rota, quizá manchada.
¿Dónde te metiste ahora? 
Silencio. Habla hacia la cocina o el baño creyendo que Fran está en alguno de esos lugares.
Oíme una cosa ¿no pudiste guardar nada en todo este rato? ¿Dónde estás? Fran, contestame.
Ruido de la puerta del baño. Ana se acerca ahí.
Mi amor.
Silencio.
Amorcito.
Silencio.
¿Estás enojado? ¿Estás enojado conmigo? ¿No me vas a contestar? Te juro que yo quise venir lo más rápido posible. Yo entiendo que estés enojado conmigo, pero... pero… Pero yo estoy furiosa. Estoy furiosa porque sé que lo dejaste ir y… Sos un idiota, Fran. Sos tan idiota. Mirá, por mí podés quedarte metido ahí adentro todo el día si querés. Sos un idiota y sos un inútil. ¿Por qué tenés que complicar todo tanto se puede saber? ¿Tan difícil es lo que te pedí? ¿Tan complicado? No te pedí que me hicieras feliz, te pedí que lo mantuvieras acá adentro un rato. Y tu mamá me cuenta que lo dejaste ir. Venía agarrando la bajada acá de la autopista cuando me llamó tu mamá y me contó. Y me puse furiosa. Me puse tan furiosa que perdí el control del auto. De repente no sabía para dónde mover el volante; me hice un lío con los pedales. Te odiaba, Fran. En ese momento te odié con toda mi alma porque creí que me lo habías hecho a propósito. Y empecé a decir de todo. Tu mamá quería calmarme. Y me fui contra la baranda, contra la cosa esa, la baranda que hay en la bajada de la autopista. Acá nomás en la bajada de la 9 de Julio. Y venían autos atrás. Yo me quedé cruzada ahí en plena bajada ¿que viste que es angosta, dos carriles tiene nada más? Algunos de los coches que venían atrás, se ve que tratando de no chocarme, colearon y se fueron contra la cosa también; la baranda, la cosa que está en el borde, no sé cómo se llama; y empezaron a caerse, los autos, empezaron a caerse desde la autopista a la 9 de Julio. No sé cuántos autos se cayeron. Un desastre. Y yo veía todo ese desastre y pensaba que era todo culpa tuya. Porque me hiciste poner furiosa. Y abajo, en la 9 de Julio, empezaron a chocar más autos. No te das una idea de la cantidad de autos que chocaron. Y te digo una cosa, yo no me maté de milagro. Me golpeé un poco la frente y acá en el pecho contra el volante, porque no tenía puesto el cinturón de seguridad ¿viste que está roto?, vos nunca lo arreglaste.
Silencio.
Me bajé del auto. Todo era un ruido tremendo. Gente que gritaba. Bocinazos. Enseguida vino la policía. Las ambulancias. Había cámaras de televisión también. Crónica TV estaba. Bah, digo, Crónica TV, como queda acá nomás. La gente salía de los autos como podía. Había humo. Uno de los autos se prendió fuego. La gente gritaba que los ayudaran, que no podía salir. Gritaban cosas que no se entendían. Algunos fueron a ayudar. Había chicos. Chicos que estaban perdidos, llorando y pidiendo por la mamá, por el papá. Yo no podía hablar, te juro. Todo era espantoso. Miraba a la gente con las caras manchadas, algunos tratando de ayudar a otros. Yo no quería ni mirar. Vi la cara de un hombre todo ensangrentado que me miraba. Yo pensé que ese tipo se estaba muriendo… y seguí caminando. Eso era lo raro, era como que a mí no me pasaba nada. Caminaba por entre los autos destrozados. Hasta que llegué abajo, a la 9 de julio. Quiero decir que finalmente bajé de la autopista. Había tanto ruido, tantos bocinazos. Y me vine caminando para acá. En el camino pensé. Pensé mucho. Pensé mucho en nosotros.
Silencio.
Te odio Fran.
Silencio.
Te odio tanto.
Silencio.
Te amo tanto. No sé cómo decirlo. Nos estamos esforzando tanto. Yo sé que vos te estás esforzando, Fran. Yo sé que me querés. Y yo también te quiero. Te quiero tanto. Pero por ahí nos estamos apurando. Quiero decir, ¿por qué hay que hacer todo a las corridas? Siempre corriendo, siempre apurándonos. Mirá hoy, toda esa gente en la autopista, en sus autos. Nadie llegó. No sé muy bien lo que quiero decir, Fran. Quizá lo que me pasó es que me hice miles de preguntas. ¿Vos alguna vez vos te hiciste miles de preguntas; pero preguntas en serio digo; quién sos, qué querés, por ejemplo?
Silencio.
Vos practicás trucos de magia y animás fiestas ¿pero sos un mago? ¿Sos un mago de verdad? Fran, en serio te lo pregunto, no para que te sientas mal, no es un reclamo. Te lo pregunto de verdad. Yo tampoco sé si la oftalmología es mi vida. Qué sé yo. Pensé que este… “ser”… que encontramos me iba a llevar a algún lugar. Pensé que me iba a hacer sentir… satisfecha.
Silencio.
No me siento satisfecha, Fran. No tengo lo que necesito ¿sabés? No es cierto que conocerte a vos es lo mejor que me pudo pasar. No es cierto. No me hacés feliz. Y es tu obligación ¿sabés? Es tu obligación hacerme feliz a mí.
Mira el departamento.
Y este departamento es horrible, Fran. Es lo mejor que pudiste conseguir ¿no? Bueno, lo mejor para vos es para mí una mierda.
Silencio.
Perdoname. Perdoname, por favor. No sé qué es lo que me pasa. Yo quiero que estés bien, te lo juro. No quiero lastimarte, pero me sale.
Silencio.
Por favor decime si me perdonás. Fran, contestame. ¡Fran! Por favor, decime algo. No estoy diciendo nada que no hayamos pensado ya. Sé que no lo hablamos pero lo pensaste. Lo pensamos. Cada uno lo pensó por su lado. Quiero decir que no sé, tal vez mudarnos juntos no fue la mejor idea. No te estoy diciendo que terminemos. Fran, no es eso lo que quiero decir. Abrí, Fran, por favor ¿por qué te quedás callado? ¿Por qué no salís y hablamos? ¿Por qué no salís y pensamos juntos todo esto? Fran. ¿Pero qué mierda estás haciendo adentro del baño, Francisco, se puede saber?
La puerta del baño se abre “sola”. Algo la inquieta. Bajo:
¿Fran?
Ana ingresa lentamente en el baño. Silencio. De pronto oímos una exclamación. Ana sale del baño retrocediendo mirando a Claudio que avanza.
Ah. Es usted. Usted estaba ahí. Yo pensé que… ¿Y Fran? ¿No lo vió? A Fran. Al que es así, como yo.
Hace un gesto para darse a entender. Sigue retrocediendo entre fascinada y asustada. De pronto el Sujeto le toma la mano.
¿Qué quiere?
Mira a Claudio, algo la guía hacia la mesita donde está la Pizarra Mágica.
¿La mesa…? ¿Los zapatos…? Ah ¿El Bloc Maravilloso? ¿Lo quiere?
Toma la Pizarra Mágica y se la ofrece.
Sí, se lo doy, se lo doy.
Pausa.
Ah, está dibujando, qué bien.
Ana observa el dibujo que va apareciendo en la Pizarra Mágica.
Ah. ¿Y qué vendría a ser? ¿Una persona? ¿Una flecha? Ah, sí, una flecha.
Claudio orienta las manos de Ana. Ana observa que la flecha señala hacia abajo.
¿Los zapatos de vuelta? Ah, no. ¿La mesa, qué…? Ah, el grabador. ¿Quiere que le ponga el grabador? Cómo no, ya se lo pongo.
Acciona el grabador. Pero nada se oye.
No hay nada, parece.
El sujeto toma la Pizarra Mágica.
¿Qué?
Ana ve como el sujeto hace otro dibujo.
¿Otra flecha? Ah. Dos flechas.
El sujeto inclina la pizarra hacia el grabador.
Dos flechas, el grabador; dos flechas, el grabador… Ah, ¿el rewind? ¿Le pongo el rewind? Cómo no.
Acciona la tecla de rebobinado del grabador.
¿Ahí estará bien?
Vuelve a presionar Play. En la cinta se oye la voz de Fran:

Fran
“Le pido disculpas... Un accidente. Ya cerré todo.”

Ana
Fran. Ese es Fran.

No, yo le había puesto el grabador para ver si usted tenía… quiero decir por si usted decía algo y se quedaba grabado, porque… Bueno, yo soy oftalmóloga y… me estoy por recibir quiero decir, me quedan dos materias para recibirme de oftalmóloga. Cuatro en realidad, pero como son cuatrimestrales, cuento dos por una…
Atiende a la grabación.
Fran
En la grabación.
“No, baldes no tengo pero... Ah, le pido mil disculpas... En serio. (...) Mire, en este momento no...”
En la grabación ruido de impacto de proyectil hecho de bollos de papel higiénico mojado. Otro impacto y la queja de Fran.

¿Qué fue ese ruido?

Fran
En la grabación.
“Perdón, ahora no lo puedo atender...; después bajo. (...) Que después bajo.”
En la grabación otro impacto. Otro más. Otro más.
“Pare, por favor. ¡Basta!”
Más ruidos en la grabación.

Ana
Mientras escucha, al sujeto.
¿Qué pasó? ¿Qué son esos ruidos?
Los ruidos en la grabación se calman.

Fran
En la grabación.
“Bueno, estamos a mano. ¿Estamos a mano?”

Ana
¿A mano de qué?
En la grabación gemidos.

Fran
En la grabación.
“¿Lo lastimé? Oiga ¿lo lastimé?”

Ana
¿Lo lastimó? ¿Fran lo lastimó a usted?
La interrumpe la grabación que continúa:

Fran
En la grabación.
 “Venga. Venga por acá. Siéntese. Estamos calmados ¿no? Estamos calmados ahora. Sí. Yo me siento un poco desconcertado, eso es. Perdóneme si le levanté la voz. Esta situación es un poco, usted entiende ¿no?”
Pausa.
“Espere ¿qué hace? Espere un poco, por favor, yo no...”
Ruido de forcejeo.
“Suélteme; suélteme, por favor.”
Más ruidos.
“Por favor le pido. No me deja respirar…”
La grabación se detiene. Ana saca el casete. Indudablemente la cinta se había terminado y no hay nada más grabado. Da vuelta el casete.

Ana
¿Qué pasó? ¿Qué le hizo a Fran?
Acciona Play. Se oye una música grandilocuente. Ana apaga el grabador.
¿Qué le hizo? ¿Qué le hizo a Fran? ¿Se puede saber qué le hizo a Fran?
Las manos de Ana, que todavía sostienen la Pizarra son orientadas nuevamente.
¿Qué?
Observa la orientación de la flecha en la Pizarra.
¿Los zapatos otra vez? ¿Qué…? ¿Abajo? ¿Abajo qué?
De pronto cree comprender.
¿Lo tiró? ¿Lo tiró por… la ventana?
Deja caer la Pizarra. Retrocede, sintiéndose amenazada por el sujeto.
No me haga nada ¿eh? Yo a usted no le hice nada. Yo…
Al retroceder Ana da con un elemento contundente. Lo toma, lo enarbola y le da al sujeto con él. El sujeto “cae” cuan largo es. Ruido de llaves en la puerta.
¿Quién…?
Entra Fran. Ana se alivia instantáneamente.
Fran. Ay, Fran. Sos vos. No sabés qué susto. Yo pensé que… Pensé que te había pasado algo, que él… Quiero decir que yo pensaba que estabas en el baño. No tenía ni idea de que estaba él. Y pensé que te había tirado, que te había tirado por la ventana. No sabés qué horrible. Choqué, Fran. El auto quedó destrozado y el seguro no lo estábamos pagando ¿no?
Fran se sienta en un sillón, inexpresivo. No parece atender a Ana.
Yo bajaba por la autopista y…
Fran se pone de pie y avanza hacia ella. Toma el teléfono. Ana le toca cariñosamente el brazo. Fran se sobresalta.

Fran
¿Es usted? ¿Está de vuelta?
Mira hacia el vacío.  

Ana
Soy yo, Fran. Fran.
Fran toma el teléfono y marca.

Fran
Mamá. Yo. (…) Sí, lo vi. Estaba en casa de los vecinos de abajo y lo estaban pasando por la tele. ¿A vos también te pareció ver el auto?

Ana
Estoy acá, Fran. ¿Por qué no me oís? ¿Qué está pasando Fran? Fran.

Fran
Al teléfono.
No sé. Voy para allá. (…) No sé, a buscarla.

Ana
¡Fran! Estoy acá.
Intenta abrazarlo. Fran se enfurece.

Fran
¡Basta! ¡Basta! ¡Váyase! ¡Váyase!
Al teléfono.
No, mamá, vos no vengas. (…) Porque me voy para ahí. A dónde fue el accidente. (…) Sí, es acá nomás, a tres cuadras. Me siento muy mal, mamá.

Ana
¿Qué pasa? ¿Qué pasa Fran? ¡Fran!

Fran
Al teléfono.
Sí, después te llamo. Chau.
Corta. Se dispone a marcharse. Cuando va a salir tropieza con el “cuerpo” de Claudio. Observa. Se agacha. Comprueba que está allí. Ana lo mira. Luego Fran va a salir.

Ana
Lo toma de un brazo.
Fran.

Fran
¡Basta! Suélteme. ¿Es usted? ¿Cuántos son? ¿Cuántos son?

Ana
¿Por qué no me ves Fran?
Intenta detenerlo.
Fran, ¿qué pasa? ¿Qué está pasando?

Fran
¡Suéltenme! ¡Suéltenme!
Sale. Ana permanece en el lugar, aún sin poder darse cuenta de lo que en verdad sucede.
Oscuro.


2
Seis meses después. El departamento está arreglado. Todo está en su lugar. Fran vive ahora solo. Han pasado ya seis meses desde la muerte de Ana. Hay una foto de la sonriente pareja sobre alguna repisa.
Música grandilocuente. Aparece Fran con disfraz de mago y con una cuchara en la mano. Hace una espectacular entrada. Se pasea de un lado al otro del departamento esgrimiendo la cuchara como si se tratase de algo muy importante. Luego se acerca a la mesita del centro y coloca la cuchara allí. Coloca las manos en actitud “mágica”. Declama:

Fran
¡Eleva… ción!
Silencio. Fran mira la cuchara inmóvil. Repite.
¡Eleva… ción!
Nada sucede. Sin abandonar su actitud.
¿Ana? ¡Ana!
Desarma su actitud y va hasta el grabador. Lo apaga.
Ana ¿estás acá?

Ana
Asomándose desde la cocina. Parece estar buscando algo.
Sí.

Fran
¿Ana?

Ana
Estoy.

Fran
Si estás, tocame.
Ana lo toca.
Bien. ¿Estás bien? Tenemos que seguir con esto, Ana, por favor…
Ana encuentra o que buscaba. Es la pizarra mágica, sobre la que anota algo. Aclaremos que ahora hay también en la sala un pizarrón convencional para facilitar los medios de comunicación. Ana le acerca la Pizarra Mágica a Fran. Fran responde a lo que lee.
Querés hablar. No, no. Ahora no. Después. ¿Está claro? Después.

Ana
Habla a conciencia de que Fran no la oye. Aún así no puede evitarlo.
Pero yo necesito hablar. Yo…

Fran
Atención. Vamos a empezar. A tu lugar, Ana. ¿Estás lista?
Pone música nuevamente. Repite la ceremoniosa y espectacular entrada del comienzo. Ante la mesita donde hay una cuchara.
¡Eleva… ción!
Ana toma la cuchara y la eleva, así la cuchara queda “suspendida” en el aire. Fran hace movimientos con la mano que son “seguidos” por la cuchara.
Y ahora… arriba.
Hace un gesto con la mano. Ana levanta la cuchara. La cuchara se “eleva”.
Nada… nada… nada…
A cada “nada” Fran pasa su mano para mostrar que no hay hilos que sostengan la cuchara. A Ana.
¡Cambio!
Rápidamente Fran pasa al lugar donde está Ana y ésta pasa al lugar donde estaba Fran.
Y ahora… ¡Más arriba!
Hace otro gesto. La cuchara se eleva más. Es todo lo que Ana alcanza a elevarla.
Y más…
Fran hace otro gesto. Pero la cuchara no sube.
Subite a una silla.
La cuchara no se mueve.
Subite a una silla, Ana.
Ana renuncia. Va hasta el equipo de música y lo apaga.
No, Ana ¿qué hacés?
Ana toma la pizarra mágica y escribe.

Ana
Estoy cansada.
Fran lee en la pizarra.

Fran
¿“Cansada”? ¿De qué?

Ana
Escribiendo.
¿No puedo estar cansada?

Fran
Si no hacés nada en todo el día.
Lee.
¿“Todo”? ¿De qué estás hablando, Ana? ¿De qué estás hablando? Poneme, escribime ahí de qué estás hablando, por favor…
Ana escribe. Le muestra.
No, Ana. Tengo la vista a la miseria. Ya sabés lo que dijo el oculista.
Ana vuelve a escribir. Fran lee. Piensa. Finalmente se decide.
Pero es la última vez esta semana ¿eh?
Ana se pone instantáneamente feliz. Se acomoda en el lugar adecuado, que es la silla giratoria. Fran se sienta en el sillón. Están enfrentados. Fran hace el consabido esfuerzo con la vista intentando enfocar a Ana. Parece lograrlo.
Te estoy mirando.
Se miran durante un momento. Sonríen.

Ana
Habla modulando mucho.
Hola.

Fran
Tratando de entender a través de la modulación de Ana.
Ho… la. ¿Hola?
Le responde.
Hola, Ana.
La mira un poco más detenidamente.
Estás muy linda.

Ana
Gracias. ¿Estás… viéndote…

Fran
No entiendo. “¿Estás… fién…?

Ana
¿Estás viéndote...

Fran
¿Si estoy bien? Sí, estoy bien.

Ana
No.

Fran
Ah, no.

Ana
¿Estás viéndote…

Fran
Viéndote… Ah, viéndote, sí.

Ana
Con una… chica…

Fran
Con u…

Ana
Una chica.

Fran
¿Shi…? ¿Chica? ¡Chica! ¿Qué chica? Voy a dejar de mirarte porque los ojos me están matando.

Ana
No, no, no.

Fran
Sí, voy a dejar de mirarte, Ana. Perdoname.
Efectivamente deja de mirarla.
¿Dónde está el colirio?
Ana va hasta el pizarrón y escribe. Mientras, Fran le sigue hablando a la silla giratoria donde supone que sigue Ana. Se pone gotas en los ojos.
Sí, me estuve HABLANDO con una chica. Por teléfono. Renata se llama. Y pienso contratarla como ayudante ¿algún problema?
Ana acaba de escribir en el pizarrón: “¿Te acostaste con ella?” y hace sonar una campanita que hay para que Fran atienda a los mensajes escritos en esa pizarra. Fran lee.
No me acosté con ella. ¿Cómo me voy a acostar con alguien que ni siquiera conozco?
Suena el teléfono. Fran instintivamente, mientras continúa hablando, va hacia él.
Estás paranoica, Ana. Yo…
Pero cuando Fran está por tomar el aparato, lo hace Ana.
¿Qué hacés, Ana? Dame eso. Dame.
Ana se sube a una mesita y levanta el brazo con el tubo del teléfono.
¡Dame! Dame te digo. Puede ser el productor.
Fran salta y atrapa el teléfono.
Hola. ¿Ignacio? (…) Sí. (…) Ah, no, pensé que era… (…) No, pensé que era el productor. (…) Que pensé que era Ignacio, el productor… (…) Sí, acá estoy. (…) Nada. (…) Ensayando un poco. (…) ¿Agitado? Puede ser. Un poco.
Ana toma la pizarra mágica y escribe: “¿Quién es?”. Golpea el pizarrón para que Fran mire. Fran lo hace pero no le responde. Continúa hablando.
Ensayando. (…) Y, si me lo volvés a preguntar te lo vuelvo a responder. (…) Sí, mañana. A las diez. ¿No recibiste la invitación?
Ana se acerca al tubo del teléfono intentando oír quién está del otro lado de la línea. Fran intenta sacársela de encima. Al teléfono.
Esperame un momento.
Aparta el tubo cuidándose bien de tapar el micrófono con la palma de la mano. Grita susurrando.
¡Pará, Ana! ¡Pará! Es mamá.
Silencio. Corrobora que Ana se ha calmado. Vuelve al teléfono.
Hola. (…) No. Con nadie. (…) No, no es a vos. (…) No, no estoy con nadie. (…) Estoy bien. (…) Te digo que estoy bien. (…) Te hice llegar una invitación porque quiero que vengas. (…) ¿Para qué querés que te llame? (…) No, ahora no puedo hablar. Estoy ocupado. (…) Con nadie, con nadie te estoy diciendo.
Se abre la puerta de entrada. Vuelve a cerrarse. Fran, de espaldas a ella, no nota nada y continúa hablando.
Estoy tratando. Estoy tratando mamá. Estoy tratando de tener una vida, sí. Y para eso, entre otras cosas, tengo que cortar.

En simultáneo, Fran continúa hablando con su madre por teléfono mientras Ana entabla una conversación (audible unilateralmente) con Claudio.

Fran





Yo no quiero ir. (…) No quiero ir al cementerio. (…) No me gustan los cementerios. (…)
Escucha la campanita y ve lo escrito en el pizarrón. Al teléfono.
Esperá un momento.
Tapa el tubo y saluda a Claudio con un susurro.
Hola, Claudio.
Señala el teléfono.
Estoy hablando con mamá.
Vuelve al teléfono.
Hola. (…) No, no pasa nada. (…)



No, No me olvidé de ella, mamá.




Yo la adoro a Ana.

La adoraba. (…)


No empieces a decirme lo que siento o dejo de sentir porque vos no sos yo. (…) No estoy saliendo con otra chica. (…) Una ayudante. (…)
Claro que puedo solo pero todos los magos tienen una ayudante y ahora puedo pagarla. (…) Antes porque no tenía plata ahora porque me va bien. (…) Bueno, puede resultar ahora que soy un buen mago ¿tenés problemas con eso también? (…) ¿Qué raro? ¿Mis trucos? Son trucos de magia. (…) No, no te voy a decir cómo los hago. Es secreto. (…) Tampoco te voy a decir eso.
Al ver el desorden que se produce, al teléfono.
Esperá.
A viva voz.
¡Claudio, basta ¿eh?!
Al teléfono.
Nada. (…) No pasa nada. Estoy bien. (…) ¿Qué ruidos? Ruidos, ruidos ¿qué tienen de raro los ruidos?
Hace él mismo ruidos.
¿Qué querés, mamá? Querés que te preste plata, te presto. (…) No te lo voy a decir. Porque no. Decime para qué llamaste. Antes de cortarte por lo menos decime para qué llamaste. (…) Ajá. ¿Y qué dijo el médico?

















Ajá.

Ajá.

Ajá.

Ajá.

Ajá.


Ríe.
Ay, mamá, el médico no te pudo haber dicho que te ibas a morir. (…) Porque los médicos no dicen nunca que te vas a morir. Aunque te estés por morir no te lo dicen. (…) No digo que vos te estés por morir. (…) Eso pasa en las películas americanas, acá no. (…) No tenés cáncer. (…) ¿Sida? ¿Cómo vas a tener Sida, mamá? (…) No estoy pensando en eso. Sí, es chico, es chico. Pero no sé. Prefiero todavía no mudarme. (…)

Ana
Es claro que Ana puede ver y oír a Claudio perfectamente.
Hola Claudio. (…) Acá. Más o menos. (…) Bueno, sí. Cansada. Débil, no; cansada.
Mientras habla va hasta el pizarrón que está a espaldas de Fran y anota: “Llegó Claudio”. Hace sonar la campanita.
Una vez. Sí, un par de minutos.









Dice que se le cansa la vista, que el oculista le dijo… (…) No es una excusa. Es cansador mirarnos. (…)

A vos, no sé; ya ni te ve. (…)

No es que no me quiera mirar; no me ve que es distinto. (…)

Bueno, le cuesta. (…)

Sí, mucho esfuerzo. Ya tuvo que hacerse anteojos. No quiero que se quede ciego. (…)
Ana observa que Claudio sale hacia la cocina.
¿Adónde vas? ¡No agarres las galletitas!
Sale hacia la cocina. Se oyen ruidos.



Dejá esas galletitas. Te las abro yo. ¡No, Claudio! No.



Claudio “arroja” objetos. Ana sale de la cocina a recogerlos.



¡Basta, Claudio!

Vení para acá. Sentate.
Claudio regresa y se sienta junto a ella.

No pongas los pies arriba del tapizado. (…) Porque no.





Ah ver. ¿Por qué me querés poner en contra de él? (…) ¿Ah no? ¿Y por qué me decís todo eso? Todo eso de que me descuida. Él me quiere. Y vos estás celoso. (…) Vamos, Claudio ¿te creés que no me doy cuenta? (…)
Mira a Fran.
¿Cambiado? ¿Cambiado cómo? (…) Puede ser, sí. Pero yo creo que para mejor. (…) No estoy de acuerdo. No estoy de acuerdo con lo que decís. Además, si está mejor es en parte porque yo lo estoy ayudando. (…) ¿Cómo que lo deje tranquilo? Él no me va a dejar. Y pará de decirme que me va a dejar porque no me va a dejar.
No.

No.

No.

No.

No.
Silencio.
No. A vos te estarán olvidando. Él no se olvida de mí. Y no quiero hablar más del tema. Y andá a bañarte querés que tenés un olor espantoso. Dale, a la ducha. (…)
Va hasta el baño. Se oye le agua correr. Sale.
Sin chistar. Te bañás y punto. (…) Ya te abrí el agua. (…) Entrá que yo te llevo la toalla.




[1] En esa primera versión sólo aparecía el personaje de Francisco. Los personajes de Ana y Renata fueron incorporados en una reescritura ulterior.
[2] Necesariamente los personajes de Renata y Ana son interpretados por la misma actriz.

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