martes, 3 de noviembre de 2015

géneros discursivos

Ejercitaciones de géneros discursivos

Realizar:

  1. cine
  2. autobiografía
  3. entrevista
  4. biografía
  5. intertextualidad.
  6. carta o epístola
  7. historieta
  8. refranero
  9. cómics
  10. minicuento
  11. corto
  12. graffiti
  13. show
  14. prólogo
  15. portada
  16. recomendación
  17. horóscopo
  18. canción
  19. simulación de radio
  20. crear metáforas
  21. correo electrónico
  22. decreto
  23. informe de lectura
  24. definiciones
  25. reportaje
  26. paratexto
  27. comentario
  28. crítica
  29. composición libre
  30. refranero
  31. diccionario
  32. glosario
  33. multiplechoise
  34. gráficos (de torta, de niveles)
  35. propagandas
  36. títulos de libros o peliculas
  37. plegaria
  38. coro o lectura coral
  39. ludotecas
  40. construcción de un personaje.
  41. epitafios
  42. carta elegante. 
Los géneros discursivos

Si por un momento alguien pretendiera ser absolutamente original en el uso del lenguaje, descubriría, no sin angustia, que esto es imposible. Más aún si su intención es, además de ser original, que los demás lo comprendan. Cada frase que quiera utilizar ya ha sido dicha por otras personas en contextos parecidos; incluso se descubrirá repitiendo aquellas frases que juró nunca pronunciar de grande cuando las oía en su niñez.

Esto se debe a una particularidad del lenguaje, y de toda actividad humana: su carácter genérico. Aunque cada uno lo utiliza de manera individual, el lenguaje es un fenómeno eminentemente social, que se adquiere dentro de contextos o situaciones comunicativas específicas. Cada persona aprende a hablar de la manera en que se habla en su casa y en los lugares que frecuenta. Este carácter genérico del lenguaje es lo que facilita la comprensión entre los seres humanos.


      La escritura está relacionada con el pensar, el saber y el ser. Al escribir se construye una imagen pública de la persona hacia los demás, de la pertenencia a una comunidad, del tipo de afiliaciones y lealtades construidas con otros. La escritura toma su forma del tipo de práctica social que representa.
La escritura no es estática ni homogénea. La escritura toma su forma de las convenciones acordadas y desarrolladas sociohistóricamente en lo que se conoce como géneros discursivos. Cualquier texto está situado y es indicativo de una actividad social más amplia. Instituciones, gremios, comunidades, sus formas de comunicación escrita, sus lectores y autores forman parte de las condiciones de producción del género discursivo.

Definición de género por Bajtín (1999)
                Las diversas esferas de la actividad humana están todas relacionadas con el uso de la lengua. Por eso, el carácter y las formas de su uso son tan multiformes como las esferas de la actividad humana, lo cual, desde luego, en nada contradice la unidad nacional de la lengua.
                El uso de la lengua se lleva a cabo en forma de enunciados [textos] (orales y escritos) concretos y singulares, que pertenecen a los participantes de una esfera de la praxis humana.
                Estos enunciados [textos] reflejan las condiciones específicas y el objeto de cada una de las esferas no sólo por su contenido (temático) y por su estilo verbal, o sea por la selección de los recursos léxicos, fraseológicos y gramaticales de la lengua, sino, ante todo, por su composición o estructuración.
                Los tres momentos [aspectos] mencionados – el contenido temático, el estilo y la composición – están vinculados indisolublemente en la totalidad del enunciado [texto] y se determinan, de un modo semejante, por la especificidad de cada esfera de uso de la lengua que elabora sus tipos relativamente estables de enunciados, a los que denominamos géneros discursivos. (Bajtín, 1982, p. 248).


Los géneros discursivos:
                Son dinámicos: son formas retóricas desarrolladas con el tiempo que estabilizan la experiencia y dan coherencia y significado a la acción del individuo.         
                Están situados: tienen un punto de vista situado en un ámbito cultural, idiomático, contextual, etc.          
                Están organizados en forma y contenido: conocer un género exige dominar su contenido y su forma;      
                Construyen y reproducen estructuras sociales: conforman grupos profesionales, estatus, etc.      
                Delimitan comunidades discursivas, con sus normas, epistemología, ideología, etc.        


Géneros vinculados al periodismo: noticia, reportaje, encuesta
Géneros vinculados a la opinión: columna, editorial

Géneros vinculados al ámbito académico: manual, ensayo, examen, apuntes, tesis,
Géneros vinculados al ámbito jurídico: ley, reglamento, norma, constitución, demanda, sentencia.
Géneros vinculados al ámbito administrativo: instancia, certificado, acta, constancia.
Géneros vinculados al comercio: factura, catálogo
Géneros vinculados a la ciencia: artículo de divulgación científica, reseña.
Géneros vinculados a la oralidad: sermón, saludo, discurso político.
Géneros poéticos:

a.                  Himno
b.                  Oda
c.                   Elegía
d.                  Égloga
e.                   Romance
f.                   Soneto


Géneros narrativos
a.                  Epopeya
b.                  Novela corta
c.                   Novela
d.                  Novela de aventuras
e.                   Novela de ciencia-ficción
f.                   Ciencia ficción dura
g.                   Space ópera
h.                  Cyberpunk
i.                    Ucronías
j.                    Ciencia ficción sociológica o política
k.                  Novela picaresca
l.                    Novela moderna
m.                Novela histórica
n.                  Novela epistolar
o.                  Novela por entregas o folletín
p.                  Novela policial
q.                  Novela negra
r.                    Cuento
s.                   Cuento abierto
t.                    Cuento cerrado
u.                  Cuento fantástico
v.                  Relatos de no-ficción
w.                 Biografía


Géneros dramáticos- teatrales

a.                  Tragedia
b.                  Comedia
c.                   Drama



HIMNO A LA MADRE
Letra: Roberto bustamante
Música: Filomeno Rivero
  Palpitantes de amor y de anhelo
a la madre elevemos la voz
dirigiendo su imagen al cielo
cual si fuera la imagen de Dios. 

 En la madre el pesar se depura
 la grandeza en su vida se encierra
 bendigamos su inmensa ternura
 nuestra dicha suprema en la tierra.

Palpitantes de amor y de anhelo...

 Abnegada soporta las cruces,
 que por buena le carga el dolor,
 es la ostia su frente de luces,
 y su pecho es el cáliz de amor.

Hoy la ciñen laureles y palmas,
y por ella con hondo fervor
en plegarias se tornan las almas
y la espina conciértese en flor.

Palpitantes de amor y de anhelo...

ODA
Extracto de Beethoven para su novena sinfonía[

En itálica las introducciones de Beethoven.
Original4
Traducción
O Freunde, nicht diese Töne!
Sondern laßt uns angenehmere anstimmen,
und freudenvollere.
Freude! Freude!
¡Oh amigos, no en esos tonos!
entonemos otras más agradables
y llenas de alegría
¡Alegría! Alegría!
Freude, schöner Götterfunken
Tochter aus Elysium,
Wir betreten feuertrunken,
Himmlische, dein Heiligtum.
Deine Zauber binden wieder,
Was die Mode streng geteilt;
Alle Menschen werden Brüder,
Wo dein sanfter Flügel weilt.
Alegría, bella chispa divina,
Hija del Elíseo,
penetramos ardientes de embriaguez,
¡Oh celeste! en tu santuario
Tus encantos atan los lazos
que la rígida moda rompiera;
Y Todos los hombres serán hermanos,
bajo tus alas bienhechoras.
Wem der große Wurf gelungen,
Eines Freundes Freund zu sein;
Wer ein holdes Weib errungen,
Mische seinen Jubel ein!
Ja, wer auch nur eine Seele
Sein nennt auf dem Erdenrund!
Und wer's nie gekonnt, der stehle
Weinend sich aus diesem Bund!
Quién logro el golpe de suerte
De ser el amigo de un amigo;
Quién ha conquistado una noble mujer,
¡Que una su júbilo al nuestro!
¡Sí, que venga aquel que en la tierra
pueda llamar suya siquiera un alma!
Y quien jamás lo ha podido,
¡Que se aparte llorando de nuestro grupo!.
Freude trinken alle Wesen
An den Brüsten der Natur;
Alle Guten, alle Bösen
Folgen ihrer Rosenspur.
Küße gab sie uns und Reben,
Einen Freund, geprüft im Tod;
Wollust ward dem Wurm gegeben,
Und der Cherub steht vor Gott.
Vor Gott!
Se derrama la Alegría para los seres
por todos los senos de la Naturaleza;
Todos los buenos, todos los malos,
Siguen su camino de rosas.
Ella nos dio los besos y la vid,
Y un amigo, probado hasta en la muerte;
Al gusanillo fue dada la voluptuosidad,
Y el querubín está ante Dios.
¡Ante Dios!
Froh, wie seine Sonnen fliegen
Durch des Himmels prächt'gen Plan,
Laufet, Brüder, eure Bahn,
Freudig, wie ein Held zum Siegen.
Alegres, como vuelan Sus soles
A través de la espléndida bóveda celeste,
Corred, hermanos, seguid vuestra ruta,
Alegres, como el héroe hacia la victoria.
Seid umschlungen, Millionen!
Diesen Kuß der ganzen Welt!
Brüder, über'm Sternenzelt
Muss ein lieber Vater wohnen.
Ihr stürzt nieder, Millionen?
Ahnest du den Schöpfer, Welt?
Such' ihn über'm Sternenzelt!
Über Sternen muss er wohnen.
¡Abrazaos, Millones de seres!.
¡Este beso para el Mundo entero!
Hermanos, sobre la bóveda estrellada
Habita un Padre Amante.
¿Os prosternaís, Millones de seres?
Mundo, ¿presientes al Creador?
¡Búscalo por encima de las Estrellas!
¡Allí debe estar su Morada!.


El apellido. Elegía familiar

Tomado de Caminos, nos. 24-25, 2002, pp. 96-98. Incluido en Nicolás Guillén, Obra poética. 1920-1958. Compilación, prólogo y notas de Ángel Augier. Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1974.
Por Nicolás Guillén

Desde la escuela
Y aún antes… Desde el alba, cuando apenas
era una brizna yo de sueño y llanto,
desde entonces,
me dijeron mi nombre. Un santo y seña
para poder hablar con las estrellas.
Tú te llamas, te llamarás…
Y luego me entregaron
esto que veis escrito en mi tarjeta,
esto que pongo al pie de mis poemas:
las trece letras
que llevo a cuestas por la calle,
que siempre van conmigo a todas partes,
¿Es mi nombre, estáis ciertos?
¿Tenéis todas mis señas?
¿Ya conocéis mi sangre navegable,
mi geografía llena de oscuros montes,
de hondos y amargos valles
que no están en los mapas?
¿Acaso visitásteis mis abismos,
mis galerías subterráneas
con grandes piedras húmedas,
islas sobresaliendo en negras charcas
y donde un puro chorro
siento de antiguas aguas
caer desde mi alto corazón
con fresco y hondo estrépito
en una lugar lleno de ardientes árboles,
monos equilibristas,
loros legisladores y culebras?
¿Toda mi piel (debí decir),
toda mi piel viene de aquella estatua
de mármol español? ¿También mi voz de espanto,
el duro grito de mi garganta? ¿Vienen de allá
todos mis huesos? ¿Mis raíces y las raíces
de mis raíces y además
estas ramas oscuras movidas por los sueños
y estas flores abiertas en mi frente
y esta savia que amarga mi corteza?
¿Estáis seguros?
¿No hay nada más que eso que habéis escrito,
que eso que habéis sellado
con un sello de cólera?
(¡Oh, debí haber preguntado!)
Y bien, ahora os pregunto:
¿No veis estos tambores en mis ojos?
¿No veis estos tambores tensos y golpeados
con dos lágrimas secas?
¿No tengo acaso
un abuelo nocturno
con una gran marca negra
(más negra todavía que la piel),
una gran marca hecha de un latigazo?
¿No tengo pues
un abuelo mandinga, congo, dahomeyano?
¿Cómo se llama? ¡Oh, sí, decídmelo!
¿Andrés? ¿Francisco? ¿Amable?
¿Cómo decís Andrés en congo?
¿Cómo habéis dicho siempre
Francisco en dahomeyano?
En mandinga, ¿cómo se dice Amable?
¿O no? ¿Eran, pues, otros nombres?
¡El apellido, entonces!
¿Sabéis mi otro apellido, el que me viene
de aquella tierra enorme, el apellido
sangriento y capturado, que pasó sobre el mar
entre cadenas, que pasó entre cadenas sobre el mar?
¡Ah, no podéis recordarlo!
Lo habéis disuelto en tinta inmemorial.
Lo habéis robado a un pobre negro indefenso.
Lo escondísteis, creyendo
que iba a bajar los ojos yo de la vergüenza.
¡Gracias!
¡Os lo agradezco!
¡Gentiles gentes, thank you!
Merci!
Merci bien!
Merci beaucoup!
Pero no… ¿Podéis creerlo? No.
Yo estoy limpio.
Brilla mi voz como un metal recién pulido.
Mirad mi escudo: tiene un baobab,
tiene un rinoceronte y una lanza.
Yo soy también el nieto,
biznieto,
tataranieto de un esclavo.
(Que se avergüence el amo.)
¿Seré Yelofe?
¿Nicolás Yelofe, acaso?
¿O Nicolás Bakongo?
¿Tal vez Guillén Banguila?
¿O Kumbá?
¿Quizás Guillén Kumbá?
¿O Kongué?
¿Pudiera ser Guillén Kongué?
¡Oh, quién lo sabe!
¡Qué enigma entre las aguas!
II
Siento la noche inmensa gravitar
sobre profundas bestias,
sobre inocentes almas castigadas;
pero también sobre voces en punta,
que despojan al cielo de sus soles,
los más duros,
para condecorar la sangre combatiente.
De algún país ardiente, perforado
por la gran flecha ecuatorial,
sé que vendrán lejanos primos,
remota angustia mía disparada en el viento;
sé que vendrán pedazos de mis venas,
sangre remota mía,
con duro pie aplastando las hierbas asustadas;
sé que vendrán hombres de vidas verdes,
remota selva mía,
con su dolor abierto en cruz y el pecho rojo en llamas.
Sin conocernos nos reconoceremos en el hambre,
en la tuberculosis y en la sífilis,
en el sudor comprado en bolsa negra,
en los fragmentos de cadenas
adheridos todavía a la piel;
sin conocernos nos reconoceremos
en los ojos cargados de sueños
y hasta en los insultos como piedras
que nos escupen cada día
los cuadrúmanos de la tinta y el papel.
¿Qué ha de importar entonces
(¡qué ha de importar ahora!)
¡ay!, mi pequeño nombre
de trece letras blancas?
¿Ni el mandinga, bantú,
yoruba, dahomeyano
nombre del triste abuelo ahogado
en tinta de notario?
¿Qué importa, amigos puros?
¡Oh, sí, puros amigos,
venid a ver mi nombre!
Mi nombre interminable,
hecho de interminables nombres;
el nombre mío, ajeno,
libre y mío, ajeno y vuestro,
ajeno y libre como el aire

Garcilaso de la Vega

 (1501-1536)
 
 
           Egloga I
 
 
  El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
he de contar, sus quejas imitando;
cuyas ovejas al cantar sabroso
estaban muy atentas, los amores,                   5
(de pacer olvidadas) escuchando.
Tú, que ganaste obrando
un nombre en todo el mundo
y un grado sin segundo,
agora estés atento sólo y dado                     10
el ínclito gobierno del estado
Albano; agora vuelto a la otra parte,
resplandeciente, armado,
representando en tierra el fiero Marte;
                                                 
  agora de cuidados enojosos                       15
y de negocios libre, por ventura
andes a caza, el monte fatigando
en ardiente jinete, que apresura
el curso tras los ciervos temerosos,
que en vano su morir van dilatando;                20
espera, que en tornando
a ser restituido
al ocio ya perdido,
luego verás ejercitar mi pluma
por la infinita innumerable suma                   25
de tus virtudes y famosas obras,
antes que me consuma,
faltando a ti, que a todo el mondo sobras.
 
  En tanto que este tiempo que adivino
viene a sacarme de la deuda un día,                30
que se debe a tu fama y a tu gloria
(que es deuda general, no sólo mía,
mas de cualquier ingenio peregrino
que celebra lo digno de memoria),
el árbol de victoria,                              35
que ciñe estrechamente
tu gloriosa frente,
dé lugar a la hiedra que se planta
debajo de tu sombra, y se levanta
poco a poco, arrimada a tus loores;                40
y en cuanto esto se canta,
escucha tú el cantar de mis pastores.
 
  Saliendo de las ondas encendido,
rayaba de los montes al altura
el sol, cuando Salicio, recostado                  45
al pie de un alta haya en la verdura,
por donde un agua clara con sonido
atravesaba el fresco y verde prado,
él, con canto acordado
al rumor que sonaba,                               50
del agua que pasaba,
se quejaba tan dulce y blandamente
como si no estuviera de allí ausente
la que de su dolor culpa tenía;
y así, como presente,                              55
razonando con ella, le decía:
 
Salicio:
 
  ¡Oh más dura que mármol a mis quejas,
y al encendido fuego en que me quemo
más helada que nieve, Galatea!,
estoy muriendo, y aún la vida temo;                60
témola con razón, pues tú me dejas,
que no hay, sin ti, el vivir para qué sea.
Vergüenza he que me vea
ninguno en tal estado,
de ti desamparado,                                 65
y de mí mismo yo me corro agora.
¿De un alma te desdeñas ser señora,
donde siempre moraste, no pudiendo
de ella salir un hora?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.              70
 
  El sol tiende los rayos de su lumbre
por montes y por valles, despertando
las aves y animales y la gente:
cuál por el aire claro va volando,
cuál por el verde valle o alta cumbre              75
paciendo va segura y libremente,
cuál con el sol presente
va de nuevo al oficio,
y al usado ejercicio
do su natura o menester le inclina,                80
siempre está en llanto esta ánima mezquina,
cuando la sombra el mondo va cubriendo,
o la luz se avecina.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
 
  ¿Y tú, de esta mi vida ya olvidada,              85
sin mostrar un pequeño sentimiento
de que por ti Salicio triste muera,
dejas llevar (¡desconocida!) al viento
el amor y la fe que ser guardada
eternamente sólo a mí debiera?                     90
¡Oh Dios!, ¿por qué siquiera,
(pues ves desde tu altura
esta falsa perjura
causar la muerte de un estrecho amigo)
no recibe del cielo algún castigo?                 95
Si en pago del amor yo estoy muriendo,
¿qué hará el enemigo?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
 
  Por ti el silencio de la selva umbrosa,
por ti la esquividad y apartamiento                100
del solitario monte me agradaba;
por ti la verde hierba, el fresco viento,
el blanco lirio y colorada rosa
y dulce primavera deseaba.
¡Ay, cuánto me engañaba!                           105
¡Ay, cuán diferente era
y cuán de otra manera
lo que en tu falso pecho se escondía!
Bien claro con su voz me lo decía
la siniestra corneja, repitiendo                   110
la desventura mía.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
 
  ¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta,
(reputándolo yo por desvarío)
vi mi mal entre sueños, desdichado!                115
Soñaba que en el tiempo del estío
llevaba, por pasar allí la sienta,
a beber en el Tajo mi ganado;
y después de llegado,
sin saber de cuál arte,                            120
por desusada parte
y por nuevo camino el agua se iba;
ardiendo yo con la calor estiva,
el curso enajenado iba siguiendo
del agua fugitiva.                                 125
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
 
  Tu dulce habla ¿en cúya oreja suena?
Tus claros ojos ¿a quién los volviste?
¿Por quién tan sin respeto me trocaste?
Tu quebrantada fe ¿dó la pusiste?                  130
¿Cuál es el cuello que, como en cadena,
de tus hermosos brazos anudaste?
No hay corazón que baste,
aunque fuese de piedra,
viendo mi amada hiedra,                            135
de mí arrancada, en otro muro asida,
y mi parra en otro olmo entretejida,
que no se esté con llanto deshaciendo
hasta acabar la vida.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.              140
 
  ¿Qué no se esperará de aquí adelante,
por difícil que sea y por incierto?
O ¿qué discordia no será juntada?,
y juntamente ¿qué tendrá por cierto,
o qué de hoy más no temerá el amante,              145
siendo a todo materia por ti dada?
Cuando tú enajenada
de mi cuidado fuiste,
notable causa diste,
y ejemplo a todos cuantos cubre el cielo,          150
que el más seguro tema con recelo
perder lo que estuviere poseyendo.
Salid fuera sin duelo,
salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
 
  Materia diste al mundo de esperanza              155
de alcanzar lo imposible y no pensado,
y de hacer juntar lo diferente,
dando a quien diste el corazón malvado,
quitándolo de mí con tal mudanza
que siempre sonará de gente en gente.              160
La cordera paciente
con el lobo hambriento
hará su ayuntamiento,
y con las simples aves sin ruido
harán las bravas sierpes ya su nido;               165
que mayor diferencia comprendo
de ti al que has escogido.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
 
  Siempre de nueva leche en el verano
y en el invierno abundo; en mi majada              170
la manteca y el queso está sobrado;
de mi cantar, pues, yo te vi agradada
tanto que no pudiera el mantuano
Títiro ser de ti más alabado.
No soy, pues, bien mirado,                         175
tan disforme ni feo;
que aún agora me veo
en esta agua que corre clara y pura,
y cierto no trocara mi figura
con ese que de mí se está riendo;                  180
¡trocara mi ventura!
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
 
  ¿Cómo te vine en tanto menosprecio?
¿Cómo te fui tan presto aborrecible?
¿Cómo te faltó en mí el conocimiento?              185
Si no tuvieras condición terrible,
siempre fuera tenido de ti en precio,
y no viera de ti este apartamiento.
¿No sabes que sin cuento
buscan en el estío                                 190
mis ovejas el frío
de la sierra de Cuenca, y el gobierno
del abrigado Estremo en el invierno?
Mas ¡qué vale el tener, si derritiendo
me estoy en llanto eterno!                         195
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
 
  Con mi llorar las piedras enternecen
su natural dureza y la quebrantan;
los árboles parece que se inclinan:
las aves que me escuchan, cuando cantan,           200
con diferente voz se condolecen,
y mi morir cantando me adivinan.
Las fieras, que reclinan
su cuerpo fatigado,
dejan el sosegado                                  205
sueño por escuchar mi llanto triste.
Tú sola contra mí te endureciste,
los ojos aún siquiera no volviendo
a lo que tú hiciste.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.              210
  
  Mas ya que a socorrerme aquí no vienes,
no dejes el lugar que tanto amaste,
que bien podrás venir de mí segura;
yo dejaré el lugar do me dejaste;                
ven, si por sólo esto te detienes;                 215
ves aquí un prado lleno de verdura,
ves aquí una espesura,
ves aquí una agua clara,
en otro tiempo cara,                             
a quien de ti con lágrimas me quejo.               220
Quizá aquí hallarás (pues yo me alejo)
al que todo mi bien quitarme puede;
que pues el bien le dejo,
no es mucho que el lugar también le quede.       
 
  Aquí dio fin a su cantar Salicio,                225
y suspirando en el postrero acento,
soltó de llanto una profunda vena.
Queriendo el monte al grave sentimiento
de aquel dolor en algo ser propicio,             
con la pesada voz retumba y suena.                 230
La blanca Filomena,
casi como dolida
y a compasión movida,
dulcemente responde al son lloroso.              
Lo que cantó tras esto Nemoroso                    235
decidlo vos Piérides, que tanto
no puedo yo, ni oso,
que siento enflaquecer mi débil canto.
 
Nemoroso:
 
  Corrientes aguas, puras, cristalinas,
árboles que os estáis mirando en ellas,            240
verde prado, de fresca sombra lleno,
aves que aquí sembráis vuestras querellas,
hiedra que por los árboles caminas,
torciendo el paso por su verde seno:
yo me vi tan ajeno                                 245
del grave mal que siento,
que de puro contento
con vuestra soledad me recreaba,
donde con dulce sueño reposaba,
o con el pensamiento discurría                     250
por donde no hallaba
sino memorias llenas de alegría.
 
  Y en este mismo valle, donde agora
me entristezco y me canso, en el reposo
estuve ya contento y descansado.                   255
¡Oh bien caduco, vano y presuroso!
Acuérdome, durmiendo aquí alguna hora,
que despertando, a Elisa vi a mi lado.
¡Oh miserable hado!
¡Oh tela delicada,                                 260
antes de tiempo dada
a los agudos filos de la muerte!
Más convenible fuera aquesta suerte
a los cansados años de mi vida,
que es más que el hierro fuerte,                   265
pues no la ha quebrantado tu partida.
 
  ¿Dó están agora aquellos claros ojos
que llevaban tras sí, como colgada,
mi ánima doquier que ellos se volvían?
¿Dó está la blanca mano delicada,                  270
llena de vencimientos y despojos
que de mí mis sentidos le ofrecían?
Los cabellos que vían
con gran desprecio al oro,
como a menor tesoro,                               275
¿adónde están?  ¿Adónde el blando pecho?
¿Dó la columna que el dorado techo
con presunción graciosa sostenía?
Aquesto todo agora ya se encierra,
por desventura mía,                                280
en la fría, desierta y dura tierra.
 
  ¿Quién me dijera, Elisa, vida mía,
cuando en aqueste valle al fresco viento
andábamos cogiendo tiernas flores,
que había de ver con largo apartamiento            285
venir el triste y solitario día
que diese amargo fin a mis amores?
El cielo en mis dolores
cargó la mano tanto,
que a sempiterno llanto                            290
y a triste soledad me ha condenado;
y lo que siento más es verme atado
a la pesada vida y enojosa,
solo, desamparado,
ciego, sin lumbre, en cárcel tenebrosa.            295
 
  Después que nos dejaste, nunca pace
en hartura el ganado ya, ni acude
el campo al labrador con mano llena.
No hay bien que en mal no se convierta y mude:
la mala hierba al trigo ahoga, y nace              300
en lugar suyo la infelice avena;
la tierra, que de buena
gana nos producía
flores con que solía
quitar en sólo vellas mil enojos,                  305
produce agora en cambio estos abrojos,
ya de rigor de espinas intratable;
yo hago con mis ojos
crecer, llorando, el fruto miserable.
 
  Como al partir del sol la sombra crece,          310
y en cayendo su rayo se levanta
la negra escuridad que el mundo cubre,
de do viene el temor que nos espanta,
y la medrosa forma en que se ofrece
aquello que la noche nos encubre,                  315
hasta que el sol descubre
su luz pura y hermosa:
tal es la tenebrosa
noche de tu partir, en que he quedado
de sombra y de temor atormentado,                  320
hasta que muerte el tiempo determine
que a ver el deseado
sol de tu clara vista me encamine.
 
  Cual suele el ruiseñor con triste canto
quejarse, entre las hojas escondido,               325
del duro labrador, que cautamente
le despojó su caro y dulce nido
de los tiernos hijuelos, entre tanto
que del amado ramo estaba ausente,
y aquel dolor que siente                           330
con diferencia tanta
por la dulce garganta
despide, y a su canto el aire suena,
y la callada noche no refrena
su lamentable oficio y sus querellas,              335
trayendo de su pena
al cielo por testigo y las estrellas;
 
  desta manera suelto yo la rienda
a mi dolor, y así me quejo en vano
de la dureza de la muerte airada.                  340
Ella en mi corazón metió la mano,
y de allí me llevó mi dulce prenda,
que aquél era su nido y su morada.
¡Ay muerte arrebatada!
Por ti me estoy quejando                           345
al cielo y enojando
con importuno llanto al mundo todo:
tan desigual dolor no sufre modo.
No me podrán quitar el dolorido
sentir, si ya del todo                             350
primero no me quitan el sentido.
 
  Una parte guardé de tus cabellos,
Elisa, envueltos en un blanco paño,
que nunca de mi seno se me apartan;
descójolos, y de un dolor tamaño                   355
enternecerme siento, que sobre ellos
nunca mis ojos de llorar se hartan.
Sin que de allí se partan,
con sospiros calientes,
más que la llama ardientes,                        360
los enjugo del llanto, y de consuno
casi los paso y cuento uno a uno;
juntándolos, con un cordón los ato.
Tras esto el importuno
dolor me deja descansar un rato.                   365
 
  Mas luego a la memoria se me ofrece
aquella noche tenebrosa, escura,
que siempre aflige esta ánima mezquina
con la memoria de mi desventura
Verte presente agora me parece                     370
en aquel duro trance de Lucina,
y aquella voz divina,
con cuyo son y acentos
a los airados vientos
pudieras amansar, que agora es muda.               375
Me parece que oigo que a la cruda,
inexorable diosa demandabas
en aquel paso ayuda;
y tú, rústica diosa, ¿dónde estabas?
 
  ¿Ibate tanto en perseguir las fieras?            380
¿Ibate tanto en un pastor dormido?
¿Cosa pudo bastar a tal crüeza,
que, conmovida a compasión, oído
a los votos y lágrimas no dieras,
por no ver hecha tierra tal belleza,               385
o no ver la tristeza
en que tu Nemoroso
queda, que su reposo
era seguir tu oficio, persiguiendo
las fieras por los monte, y ofreciendo             390
a tus sagradas aras los despojos?
¿Y tú, ingrata, riendo
dejas morir mi bien ante los ojos?
 
  Divina Elisa, pues agora el cielo
con inmortales pies pisas y mides,                 395
y su mudanza ves, estando queda,
¿por qué de mí te olvidas y no pides
que se apresure el tiempo en que este velo
rompa del cuerpo, y verme libre pueda,
y en la tercera rueda,                             400
contigo mano a mano,
busquemos otro llano,
busquemos otros montes y otros ríos,
otros valles floridos y sombríos,
do descansar y siempre pueda verte                 405
ante los ojos míos,
sin miedo y sobresalto de perderte?
 
            ------
 
  Nunca pusieran fin al triste lloro
los pastores, ni fueran acabadas
las canciones que sólo el monte oía,               410
si mirando las nubes coloradas,
al tramontar del sol bordadas de oro,
no vieran que era ya pasado el día,
la sombra se veía
venir corriendo apriesa                            415
ya por la falda espesa
del altísimo monte, y recordando
ambos como de sueño, y acabando
el fugitivo sol, de luz escaso,
su ganado llevando,                                420
se fueran recogiendo paso a paso.
 
 
 
Estrofa: Aquí Garcilaso usa la estancia, que consta de versos de 
once sílabas (endecasílabos) y de siete (heptasílabos), con rima 
perfecta.  El número de versos puede variar.  Para este poema 
Garcilaso ha usado 14 versos en cada estrofa, según el modelo: 
ABCBACcddEEFeF.  (Nótese que las letras minúsculas representan 
los versos de siete sílabas.)
 
1   2  3  4 5  6   7  8   9 10       + 1 = 11
El dulce lamentar de dos pastores,
 
 1 2  3  4  5 6   7   8 9 10         + 1 = 11
Salicio juntamente_y Nemoroso,
 
 1  2  3  4    5    6 7  8 9 10      + 1 = 11
he de contar, sus quejas imitando;
 
 1 2  3 4 5  6   7  8   9 10         + 1 = 11
cuyas ovejas al cantar sabroso
 
1  2 3   4  5 6  7    8  9 10        + 1 = 11
estaban muy atentas, los amores,
 
  1  2 3  4  5 6 7   8  9  10        + 1 = 11
(de pacer olvidadas) escuchando.
 
 1    2  3 4   5   6                 + 1 = 7
Tú, que ganaste_obrando
 
1   2    3    4  5    6              + 1 = 7
un nombre_en todo_el mundo
 
 1     2 3  4   5 6                  + 1 = 7
y_un grado sin segundo,
 
1 2  3   4  5 6  7  8  9  10         + 1 = 11
agora_estés atento sólo_y dado
 
1  2   3 4  5  6  7  8  9 10         + 1 = 11
el ínclito gobierno del estado
 
1  2    3 4 5   6   7    8   9  10   + 1 = 11
Albano;_agora vuelto_a la_otra parte,
 
 1  2  3  4    5   6                 + 1 = 7
resplandeciente,_armado,
 
 1  2 3  4   5     6   7     8 9  10 + 1 = 11
representando_en tierra_el fiero Marte;
 
 
Rima:  Rima perfecta, en un esquema complicado: ABCBACcddEEFeF
 
  El dulce lamentar de dos pastores,      A
Salicio juntamente y Nemoroso,            B
he de contar, sus quejas imitando;        C
cuyas ovejas al cantar sabroso            B
estaban muy atentas, los amores,          A
(de pacer olvidadas) escuchando.          C
Tú, que ganaste obrando                   c
un nombre en todo el mundo                d
y un grado sin segundo,                   d
agora estés atento sólo y dado            E
el ínclito gobierno del Estado            E
Albano; agora vuelto a la otra parte,     F
resplandeciente, armado,                  e
representando en tierra el fiero Marte;   F
                                             
.    ROMANCE DEL ENAMORADO Y LA MUERTE

Un sueño soñaba anoche   soñito del alma mía,
soñaba con mis amores,   que en mis brazos los tenía.
Vi entrar señora tan blanca,   muy más que la nieve fría.
—¿Por dónde has entrado, amor?   ¿Cómo has entrado, mi vida?
Las puertas están cerradas,   ventanas y celosías.
—No soy el amor, amante:   la Muerte que Dios te envía.
—¡Ay, Muerte tan rigurosa,   déjame vivir un día!
—Un día no puede ser,   una hora tienes de vida.

Muy deprisa se calzaba,   más deprisa se vestía;
ya se va para la calle,   en donde su amor vivía.

—¡Ábreme la puerta, blanca,   ábreme la puerta, niña!
—¿Cómo te podré yo abrir   si la ocasión no es venida?
Mi padre no fue al palacio,   mi madre no está dormida.
—Si no me abres esta noche,   ya no me abrirás, querida;
la Muerte me está buscando,   junto a ti vida sería.
—Vete bajo la ventana   donde labraba y cosía,
te echaré cordón de seda   para que subas arriba,
y si el cordón no alcanzare,   mis trenzas añadiría.

La fina seda se rompe;   la muerte que allí venía:
—Vamos, el enamorado,   que la hora ya está cumplida.



Soneto satírico de Lope de Vega
Un soneto me manda hacer Violante,
en mi vida me he visto en tal aprieto;
catorce versos dicen que es soneto:
burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto
no hay cosa en los cuartetos que me espante.


Por el primer terceto voy entrando
y aún parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.
Ya estoy en el segundo, y aún sospecho
que voy los trece versos acabando:
contad si son catorce, y está hecho.

Epopeya

La Odisea


Odiseo atado al mástil de su barco tratando de vencer la atracción de las sirenas. Cuadro de Leon Belly Las sirenas (Museo de l'Hotel Sanderin, Saint Omer, Francia).
La segunda epopeya de Homero, llamada la Odisea, tiene como protagonista principal a Ulises u Odiseo y narra el accidentado viaje de retorno desde Troya del héroe Odiseo, a su patria en la isla de Ítaca. La hostilidad del dios del mar Poseidón lo hace atravesar por todo tipo de peligros y aventuras, y la de Venus por varias peligrosas aventuras amorosas que le retienen mucho tiempo, mientras su hijo Telémaco lo busca por los mares preguntando a los demás héroes de la guerra de Troya dónde está, e incluso a algún dios marino que pesca accidentalmente en el océano, como Proteo, y mientras la esposa de Ulises, Penélope, aguanta en la isla a los pretendientes al trono, pues estos creen que Odiseo ha muerto y debe casarse con uno de ellos. Penélope los desalienta y engaña prometiéndoles que decidirá cuando termine una tela que está tejiendo, pero sin que lo sepan desteje de noche lo que hila de día. Odiseo atraviesa por diversas aventuras: consigue huir de los gigantes antropófagos llamados Lestrigones y del país de los lotófagos, unos hombres que se alimentan de una flor que provoca el olvido; la del gigantesco cíclope Polifemo, pastor hijo de Poseidón, que devora a algunos de los compañeros de Odiseo y que este ciega con un palo caliente dentro de la cueva donde le tiene preso; la de las sirenas, cuyo maravilloso canto hace enloquecer a los marineros y rompe sus barcos entre los escollos, pero que Odiseo evita haciéndose atar y cerrando los oídos de sus marineros con cera; la de la hechicera Circe, enamorada de Odiseo y que transforma a sus compañeros en cerdos y prolonga mágicamente la duración del tiempo a su antojo; la de la diosa Calipso, que se enamora también de él y le promete la vida y la juventud eternas, pero a la que Zeus obliga a dejarlo marchar; la del naufragio y la llegada desnudo a la playa ante los ojos de Nausícaa; cuenta sus aventuras en la corte de Alcínoo; atraviesa los terribles pasos de Escila y Caribdis, a cuál más peligroso; la de la cueva donde Odiseo ofrece un sacrificio a los muertos y experimenta la visión del mundo inferior y, por último, el retorno a Ítaca, en que, ayudado por Atenea, cambia de apariencia a la de un viejo mendigo para no ser reconocido, si bien su moribundo perro Argos no se deja engañar por ello. Con su hijo y su mujer planea la venganza de los holgazanes que pretenden casarse con su mujer; hace que el novio se decida entre los que logren tensar su arco, algo que sólo podía hacer Odiseo; nadie lo hace, pero el viejo se atreve a intentarlo y cuando lo tensa, dispara a los pretendientes y con ayuda de Telémaco los mata.

Ejemplos de novelas cortas son: La metamorfosis de Franz Kafka, El perseguidor de Julio Cortázar, Los cachorros de Mario Vargas Llosa, El perjurio de la nieve de Adolfo Bioy Casares, El pozo de Juan Carlos Onetti, El fantasma de Canterville deOscar Wilde, El oso de William Faulkner, Bad One y el caso del doble asesinato en el Támesis de Ricardo Lampert, La subasta del lote 49 de Thomas Pynchon o "La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada" de Gabriel García Márquºez.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario